Tuesday, December 26, 2006

HAGEN III



EL VIEJO WALTER
Tercera Parte

-Un placer –me dijo, estirando su mano-. Parece que los datos fueron los mejores, pues no esperé mucho para encontrarlo en este bar.
-Todos en Valdivia saben que acá me encuentran seguro, o por lo menos pueden dejarme recados con esos super bármanes.
-Supongo que no sabe el motivo de mi búsqueda, señor Hagen.
-Of corse que no. ¿Me da alguna pista?
-Mejor se lo digo sin rodeos. Busco un libro que también usted buscaba…
-Si es el que creo –le interrumpí-, le ofrezco el doble.
-Esperaba ofrecerle un trato parecido, señor Hagen.
-Ojala lo tuviera; aunque me ha traído más dolores de cabeza que ganancias. No podría seguir solventando su búsqueda.
-¿Y cómo me iba a pagar el doble entonces?
-Contactos, sólo contactos. Usted sabe que mucha gente importante busca el mismo libro.
-Razón tiene, mister Hagen.
-Bueno, y si sabemos todo esto para qué estamos hablando?
-Sobra decirle que yo también lo busco. ¿Verdad?
-Cae de cajón…
-¿Y si le digo que me gustaría contratarlo?
-Me parece bien, pero ya son muchas las ofertas interesantes para encontrarlo, por lo que decidí buscarlo solito para venderlo mejor.
-¿Qué le parecen cinco millones?
-Olvídelo. La última oferta que recibí fue de 20 millones y la rechacé…
-Veo que es caro, señor Hagen.
-No tanto, sólo se perfectamente de lo que estamos hablando.
-¿Y si le ofrezco 30 millones?
-Ni pensarlo. Mejor el que lo encuentra lo vende. Y sabe que sacaré diez veces más de esa forma.
-Lo sé. Pero es un peligroso valor si no sabe con quien trata.
-Gajes del oficio –contesté sabiendo que entrábamos a tierra derecha-. Incluso ya asumí que me costará algunos aporreos extra.
-¿Y cuanto cobraría por compartir información? –Me pregunta con cara de “concretemos”.
-Tomando en cuenta que no le diré todo le cobro cinco millones –pensando en ganar tiempo con eso. Total, las mentiras me salen como meando.
-No se vaya a quemar, amigo Hagen.
-Disculpe, pero mis amigos son los que están en la barra y nada más. Tómelo o déjelo. Además le cobro barato sólo para que usted también comparta conmigo lo que sabe.
-De acuerdo. Comencemos, pues. –Me lo dijo como si lo estuviera esperando hace rato.
-Primero el dinero.
-Comprenderá que nunca ando con tanto dinero encima. Ahora, si me acompaña conversamos tranquilos y le cancelo su dinero. La oferta es solo por esta noche. –Una puta trampa desde el principio. Y me la tiró sin asco ni respeto por este pobre borracho. Demorándome unos segundos me entregué como una verdadera maraca.
-Supongo que esos dos matones del sótano andan con usted -tenía que dilatar un poco la cosa para que no me viera tan desechable-, lo que acarrea un riesgo mayor si lo acompaño.
-Gajes del oficio, como diría usted. Tómelo o déjelo. –Me cagó. Además suponiendo que este tipo no me soltará sin dar pelea decido ir con él. Francamente no me gustaría que el Klandstinov saliera perjudicado por mi choreza.

-Acepto –dije-, siempre y cuando dejemos nuestras armas en el local –casi una estupidez si piensan que en su auto o casa puede tener hasta misiles guardados-. El dueño es de mi absoluta confianza y ustedes son mayoría contra mí.
-Pide demasiado, señor Hagen. –Me responde como fumándose un cigarro.
-Sabrá que ante cualquier problema ninguno de los dos sale bien parado de este bar.
-Son riesgos que me gusta tomar –fue su tranquila respuesta, con cara de torturado nazi que da miedo. No me quedó otra que pararme y gritarles a los chicos…
-Cabros, este tipo quiere hacer una apuesta con nosotros. –Acto seguido todos se paran con su mejor cara de malos: Pipiripein, Erwin, JP, Pancho, Pacto con el Diablo y dos metaleros más.
-¿A quién hay que pegarle? –pregunta Rudy ya con mucho agua en el bote.
-A nadie -respondo-, es solo que no me creía lo amigos que somos por estos lados… Bigotón, sírveles lo que pidan los cabros, por favor –escuchando sólo un “EEEEEEEEE” al sentarme nuevamente-. Ahora. ¿Con quién tengo el gusto de hablar de negocios?
-Veo que son sus terrenos, señor Hagen. Mi nombre es Carlos Rodríguez. –Para qué les digo lo inventado que era ese nombre.
-Un placer –respondí con mi reverencia de costumbre y saco mi pistolita para dar fe confianza-. Esta es mi arma. Dejaré que uno de sus hombres me registre por si tengo algo más y usted dejara que el bigotón Rodrigo haga lo mismo y guarde sus armas.
-Ante tamaña invitación no tengo otra opción más que aceptar. Confío en que me acompañará al terminar este ritual.
-Por supuesto. Mi palabra es un documento. –Haciendo otra reverencia con mi respuesta.

Después de registrarnos mutuamente nos fuimos. Entregado como un charqui en medio de los tres lobitos y su auto. Una vez arriba partimos por Yungay hacia Miraflores. Luego tomamos Arica y ya todo se puso color de hormiga. Al rato llegamos a una cabaña muy, pero muy lejos. Intuí de inmediato un futuro cercano de dolor, moretones y entierro en un campo perdido. Al entrar a su cabaña, que no estaba nada de mal, pedí un vodka, por último para estar un poco más curao que ahora. Y comenzó el show… Ustedes sabrán que a tres tipos, manejados en estas lides, no les hace falta tener armas para realizar un trabajo. Al tercer vodka terminé mi historia con la mitad de la información. Sabía que me sacarían la mierda igual, así me guardé algunas cosas no tan importante para cuando el dolor. Del viejo Walter ni hablar, nunca existió. Lo bueno que entre golpe y golpe, amarrado a una silla el tal Carlos me soltó que trabajaba para un extranjero. Lo contrató para encargarse de la parte chilena de la búsqueda. Los otros tipos, acá y en Santiago, eran viejos y curtidos matones, con toda la pinta de milicos dados de baja que no les interesaba lo buscado, sólo recibir órdenes de Carlitos el bueno.
Resumiendo, perdí dos dientes, tres costillas rotas y mi carita llena de caricias, aunque se ensañaron más con mi cuerpo. Además de un par de apagadas de cigarro. Lo bueno es que creo que los convencí de que no sabía más. Y como recibí una ración extra de golpes al omitir lo del encierro del auto, deduje que los vigilantes de la casa eran ellos. Y como eran ellos y sabían que yo andaba al medio de toda esta mierda les dije que el viejo Walter me había tirado un nombre de chiste al querer comprarme el libro. Juan López les dije que me dijo cuando ya ni dolor sentía, sólo recordaba las historias del papá del bigotón Rodrigo y me sirvió. Ahora que lo pienso suena convincentemente absurdo ese nombre. En eso pasaron como tres horas hasta que me desmayé. Con esto había ingresado a las ligas mayores, muy a mi pesar.
Desperté en la salida sur, al medio día. Unos pendejos me pinchaban con varillas para ver si estaba muerto. Al levantarme arrancaron como viendo a un fantasma. Le hice dedo a un camión que me llevó hasta el home center, la pega de Pancho. A ver si me pasaba unas monedas para llamar a Jan-solo. Obviamente mi compadre Pancho debió dar un montón de explicaciones por el membrillo de colegial con patas que lo buscaba. Jan-solo llego a los quince minutos y me contó que el viejo Walter estaba histérico. “¿Por mí?”, pregunté ingenuamente. Pero no, algunos de sus familiares estaban recibiendo serias amenazas. Para el resto de la gente era un viejo de mierda que no se llevaba bien con nadie, pero le daba lata que alguien pudiese pasarlo mal por su culpa, menos yo por supuesto. Parece que en sus cálculos ya había incluido mis partes rotas. Mal por mí.
Por lo pronto Jan-Solo atinó a pedirle que se fuera, pues lo más seguro es que me seguirían al recogerme Jan. Nos comunicaríamos sólo por celular, que ojala cambiáramos cada dos días. Al telefonearlo la conclusión mutua fue que en Chile nada podríamos hacer, salvo escapar hasta que dieran con el libro. Por lo que el siguiente paso era viajar siguiendo la pista de la información del mismo libro, que al parecer su amigo le había entregado de forma abundante. Y como era de esperarse el viejo era el experto viajero mundial, por lo que yo me quedaría en Chilito un tiempo mientras él armaba cabos sueltos por fuera. Si era necesario se contactaría conmigo para que viajara a Europa como apoyo. Por lo menos se notaba que el viejo ya confiaba en mí. Traté de darle algunas recomendaciones de película, como que no se registrase en el hotel con su nombre, pero no me pescó. Ni siquiera viajaría con su verdadero pasaporte, me dijo. Creo que el viejo tenía un pasado realmente movido, como dijo alguna vez. Bien por mí, por que no me tendría que preocupar demasiado por él. Lo contacté con Rudy para que le entregara la mitad de nuestros “ahorros” y se fue. Yo me encargaría del resto del dinero, que para él no era mucho. Cuando se estableciera en Milán me llamaría. Por lo menos se reducirían mis sesiones de golpes ahora.
Era obvio que el viejo Walter no viajaría con el libro. Lo más seguro era dejarlo en la caja de seguridad de un banco, o algo parecido. No sé. Como siempre digo: Pastelero a tus pasteles. Esas cosas se las dejo a él, que se maneja mejor que un pingadilla como yo.



CONTINUARÁ
Bigotón Rodrigo






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