HAGEN I

EL VIEJO WALTER. Primera parte.
¡Qué pa’, Hagen? Fue la pregunta recurrente mientras pasaba por la plaza. Pocas veces me dirijo al Klandestinov por esas calles, por lo general me voy por Independencia o por Yungay. Bueno, me sirvió para cachar cuán popular soy en algunos sectores de Valdivia, si bien no recordaba ni la mitad de los rostros que me saludaron.
En el Klande lo de siempre. Los chicos en la barra cagados de la risa. Una mocha a balazos a su espalda no bastaría para ponerlos serios. Salvo si entra una mina rica. Así es la cosa y no le pido nada más a mis amigos. Si quisiera más parafernalia iría a otro bar. Me gusta la simpleza y busco sólo simpleza, sin que nadie tome muchas cosas en serio, no sé si me entienden. Para tontos graves me voy a una barra brava de futboleros.
- ¿Qué tal, Hagen? –me saludan todos, al tiempo en que Draculín cuenta una de sus fantásticas historias de su fantástico mundo.
- Quiubo, chicos. En qué andan. –fue mi inicio de conversación a todos los presentes.
- Aquí nomás. Cumpliendo con la pilsen del día –me responde Frula, con cara de mentirajuguete.
- La de hoy, la del martes, la del miércoles... –continúa Chicho, colorado, al parecer su vaso lo había llenado unas veces antes.
- ¿Y Rudy? –le pregunto a Bigotes Rodrigo.
- No ha llegado –me responde-. Ya sabes, a veces sí a veces no, o incluso todos los días.
- Tenés razón, che. ¿Considerarías un Silvercofe para este pobre Hagen?
- Vuela el silvercofe.
- Oye, Koné –apartándolo un poco-. ¿Averiguaste algo del libro que te llevé la semana pasada?
- Por cierto –me responde, como recordando algo sumamente interesante-. No sabes el cacho que tienes entre las manos, si es que lo tienes. Te cuento, me tuve que dar infinidad de vueltas para sacar un poco de información. Al final reuní pedazos que reunieron algo de coherencia...
- Era importante, como te dije...
- Y que lo digas, -acercándose en tono de confidente- incluso se de algunas personas que pagarían muuuy bien por información, lo que sea para ubicarlo.
- ¿Cuántas copias quedan circulando? –le pregunto en el mismo tono confidencialcasiserio.
- En español antiguo, como el supuesto tuyo, unos tres. En latín otros 5 más, sin mencionar una posible copia en griego. –fue la erudita respuesta de un Koné erudito.
- Vaya, vaya. Ahora soy famoso por tener un puto libro.
- Ojala fuese solo un puto libro. Este asunto, si no lo tratas bien puede traerte mas atados que dichas.
- No te preocupes. Nadie lo sabe salvo tú.
- Por mi parte tampoco se lo he dicho a nadie. Los datos que me diste los quemé...
- ¿Alguna forma de que te rastrearan por la red?
- No creo. A lo mejor al principio, pero cuando caché que la cosa se puso peluda investigué por otras vías, usando un cibercafe desconocido. –fue la respuesta de un Koné con aires de jamesbond.
- Por la cresta, Koné. Eres como una madre para mí -no se me ocurrió decirle nada más.
- Como una madre puta, dirás. Aparte que nada de gracias, rájate con un ron.
- ¡Un ron para Koné, Rodrigo porfa! Baldeadle la guata con ron, si es necesario. –Y de nuevo a Koné- Esta demás decirte que te quedes piola.
-No hace falta. Es un puto cacho y no lo quiero para mí.
-Puta la gueá. No se si alegrarme con lo que me dices, o pegarme un tiro.
-Si no tienes cuidado alguien te lo pegará a ti, como gran favor.
-No os preocupéis, siempre me cuido. Y pasando a otro tema. ¿Cómo estuvo el carrete del otro día?
-La raja, hasta donde me acuerdo. De ahí pude ser el alma de la fiesta sin darme cuenta.
-O sea, pulento.
-Efectivamente. Aunque lo que podría decirte es que recuerdo a un Lord Péncil hecho mierda y a un Rudy sordomudo como hace tiempo que no le veía.
-JUUAA! Eso suena interesante. Cuéntame, pequeño saltamontes.
Y me describió el carrete con lujo de detalles, aparte de los comentarios de todos en la barra. Obviamente los que no estaban ahí quedaron como chaleco e’ mono.
A la hora, ya medio puesto y cagao de la risa, salí en busca de un teléfono alejado e hice mi llamada.
-¿Aló, Don Walter? –pregunte con la w marcada como v, no a lo gringo.
-De parte de quien.
-Soy Hagen ¿Me recuerda? Usted me dio su celular privado.
-Si, si. Ya me acuerdo. Entonces recordará también que el tiempo no me sobra. –me responde seriamente con ganas de cortar.
-OKA. Tengo el libro –un silencio al otro lado- . No me pregunte el como ni el por qué; pero lo tengo, y al parecer es la versión española original.
-Veo que ha investigado algo. ¿Está seguro?
-Cien por ciento.
-OH maravilla de maravillas. De todas maneras esta conciente que tengo que examinarlo con mis expertos.
-No se preocupe. Dígame donde y cuando. –tratando de no emocionarme.
-Mañana. Fije usted la hora y lugar.
-Hay un restorán frente al mercado fluvial. Queda en el segundo piso, de nombre Alondra.
-¿Dónde hay un garzón embalsamado en la puerta?
-Ese mismo. Ahí a las cuatro de la tarde.
-Me parece bien.
-Esta demás decirle que habrá gente vigilando que no me pase nada.
-Nada de amenazas, joven. Recuerde que estamos entre caballeros.
-Lo sé, pero ese libro le quema las manos a cualquiera.
-Nos vemos mañana. –fue su seca respuesta. Esta bien. Quien me manda a ser conversador a esas horas.
Volví al Klandes a ver si Rudy llegaba, y nada. Necesitaba que él estuviese en el Alondra a esa hora y no su vieja, por si pasaba algo brígido. Era tarde y ni cagando contestaría su celular si ya dormía. Menudo atado.
-Rodrigo, un silvercofe, porfa.
-¿A esta hora quieres salir a trotar?
-Buena, bigotes, es que necesito estar despierto para encontrar al maldito Rudy.
-Como tanto cariño por Rudy –me tira Chicho con el consecuente MMMMM.
-Negocios, sólo negocios. –respondo
-Ya, ya. Puta’s el gueón serio. –Contesta Chicho- Esta bien, por que no le han salido muchos últimamente al cabro Rudy.
-Lo se. A mí tampoco. Este es el primero en un par de semanas.
-¿Se puede saber qué es? –Rodrigo bajando con el silvercofe.
-Ya llegó la vieja copuchenta –dice Chicho, cagado de la risa.
-Lo se, lo se. No puedo evitar ser una vieja culiá.
-Dejen de guevear, aparte que nunca cuento nada hasta que resulta.
-Te entiendo, obi-wan –Rodrigo pasándome el silvercofe listo.
Al otro día fui temprano al Alondra. De cueva encontré a Rudy trabajando temprano. Lo convencí para que su madre no viniera por la tarde y él corrió un compromiso que tenía.
-¿Pero de cuanto estamos hablando? –me la tiró sin rodeos.
-Si sale bien, 500 lukas para ti. Si sale mal, son 100 luquitas no más. Y si sale a todo trapo es un palo solito para usted.
-La raja. Me anoto, aunque me huele a problemas.
-Por eso la buena paga. Si bien no debería salir nada mal, uno nunca sabe. Es un asunto complicado, que si lo sabe alguien equivocado puede quedar la gran zorra. –le aclaré.
-La gran zorra en mi local. –me respondió secamente.
-Obviamente los gastos de arreglos hipotéticos van aparte. Así aprovechas de arreglar el tugurio. –una risa no es malo en esas ocasiones.
-Hecho, pues. Por la tarde nos vemos.
A las cuatro en punto me instalé en el balcón del Alondra. El viejo llegó al minuto, puntual con un maletín de cuero. Extraño maletín en ese lugar tan exclusivo. Nada me preocupó, por que, aparte de Rudy en su caja, esta mi compadre Jan-solo al frente vigilando cualquier cosa extraña.
-Señor Hagen –me dijo antes de sentarse, con la mano estirada-. Es un placer su puntualidad acostumbrada.
-Es lo normal. Negocios serios, los llaman.
-Es verdad. ¿Lo trae consigo?
-Por supuesto. –y saco el libro, envuelto en una tela de algodón, asegurándome de que nadie estuviese mirando… Mientras lo destapaba hasta mis ojos brillaban.
-Excelente –fue su única exclamación-… ¿Este lugar es seguro? –observando a su alrededor.
-No se preocupe. El dueño es un viejo amigo. Una verdadera tumba.
-Supongo que sabes que tengo que analizarlo primero.
-Lo sé. Pero también sabe que tiene que pagar por eso.
-¿Cuánto? –Eso me gustaba del viejo, siempre al grano.
-Treinta mil dólares.
-¿Esta loco?
-Disculpe, don Walter. Usted sabe cuanto ofrecen por él en la red.
-Lo sé. Pero son ofertas peligrosamente arriesgadas.
-Pero igual, son veinte veces más de lo que le pido.
-No traigo tanto conmigo. –me respondió serenamente.
-Le apuesto que trae diez millones de pesos.
-Otro día discutiremos sus dotes clarividentes... ¿Los acepta?
-Ningún problema. Me da esos diez y el resto cuando tenga la respuesta de sus expertos.
-Me parece un excelente trato –me pasaba el maletín mientras lo decía-. Por favor revise el maletín.
-Maletín llamativo para estos lados. –lo tomé, abriéndolo solo un poco para revisar que fueran billetes de verdad.
-Cuéntelos. –me dijo distraído.
-No hace falta. Cualquier cosa conozco al remitente.
-Exacto. Un placer hacer negocios con usted, señor Hagen. Creo que nada más hay que decir. La próxima semana llámeme y le confirmo el resto.
-El gusto es mío, don Walter.
-Espero que sea la última vez.
-Nunca se sabe. Hasta la semana entrante.
-Nos vemos. –y se fue sin mirar a nadie. Así da gusto, cortito y apretadito. Estos viejos ya no se dan.
Don Walter se fue, pero aún había algo que me daba mala espina. No creí que fuera él, por lo que supuse que alguien más llegaría a dejar la cagá. No me quedaba otra, debía cuidar al viejito hasta su casa, por si acaso. Le pasé el maletín a Rudy, dándole a entender que teníamos el premio mayor. Él también presentía algo raro y, aunque contento como corbata en celo, me recomendó lo mismo.
Al salir Jan-solo ya tenía el auto en la puerta y partimos siguiendo al viejo. Su mercedes, con chofer bien manejado, se fue por la costanera. Siguió hasta el puente que va a Las Animas, lo más seguro es que seguirían de largo, conduciendo hacia Collico, donde tenía su campo. Y esto seguía oliendo peor. Al llegar al puente otro auto dobló tras él, llegando a chirriar las ruedas al doblar. Ese era el que olía mal…
Pasado el puente el extraño auto adelanta y le cierra el paso al viejo Walter. Al frenar los dos el desconocido conductor se baja con un revolver, mientras que su copiloto va corriendo hacia el mercedes.
“Acelera y atropella al de la pistola”, le grité a Jan-solo, que obedeció con una sonrisa en sus labios. Le dimos al pistolero que intentó saltar, igual se sacó cresta y media con el topón. Nos bajamos al trote y corrí por el copiloto, que ya estaba agarrando al viejito. Jan-solo de un rodillazo terminó por rematar al otro.
“Aléjate o le pego al viejo”, fue lo que alcanzó a decir cuando me acerque y le machaqué la nariz con mi fierro. Y eso fue todo. Rápido me subí al mercedes, reemplazando al chofer que aún no reaccionaba del impacto. Ni siquiera tuve que mirar a Jan-solo para que tomara el nuestro y se largase. Mientras tanto salimos a picarte con dirección al gigantoBigger, en su estacionamiento subterráneo nos esconderíamos hasta estar seguros de la calma.
-Ya, viejo. Cuénteme lo que pasa –le pregunté sin rodeos.
-Creí que lo seguían a usted, jovencito.
-Si me siguieran a mí hubieran cazado mi auto. Aparte que se tiraron como fieras sobre su mercedes, que no pasa piola por lo demás. ¿No ha pensado en cambiarlo por uno japonés o coreano?
-Déjese de tonteras y hablemos en serio –Tan serio este viejo Walter para responder.
-Para comenzar “Gracias” debería ser su primera palabra. ¿No cree?
-En eso tiene razón. Disculpe mi falta de educación y gracias por ayudarme, aunque lo más seguro es que protegiese su inversión solamente.
-En parte es verdad, pero también es por que me cae bien.
-¿Los conocía?
-Pensé que eran amigos suyos.
-En mi vida los había visto.
-Por lo que deduzco que no es algo que le pase muy a menudo.
-¿Con quién cree usted que esta tratando?
-Ya, ya. No hay para qué alterarse. El que lo salvó fui yo y se enoja conmigo.
-¿Qué haremos ahora? –preguntó sin escuchar mi comentario. Me recordó a JP.
-Esperamos a que se calmen las cosas. Precaución y paciencia son aliados importantes cuando hay acciones de fuerza.
-¿Usted cree que es por el libro?
-Por supuesto que si. Nunca había estado en medio de algo así. Y al parecer usted tampoco, por lo que la única variable sobrante es el libro. Además de que al hacer cualquier tipo de investigación sobre él se encienden un montón de luces rojas que queman.
-Creo que exagera…
-Dígaselo a los tipos que casi lo chocan tratando de pararlo. Además de esas cosas llamadas pistolas, que no son mi especialidad. ¿Qué le parece si me cuenta lo que pasa, por lo menos una parte?
-Lo mío de ningún modo es peligroso o glamoroso.
-No importa, de algo servirá.
-Bueno, todo comenzó hace un par de años. Confieso que soy un coleccionista empedernido, aunque no de rarezas peligrosas. Es más, mi interés es casi infantil. Puedo estar enamorado de algo y, cuando lo consigo pierde todo valor ara mí. Podría decir que colecciono el valor de la búsqueda más que el objeto mismo.
-No estará tratando de decirme que casi nunca se queda con las cosas que adquiere.
-Francamente, no. Con algunas bellezas me encariño, conservándolas mas por una razón sentimental que por el valor en si, o su utilidad. Lo más seguro es que me pase lo mismo con este libro. Como le dije, hace como dos años, más o menos, Un muy buen amigo me enseñó cosas que no sabía existían. Un mundo desconocido que, en un principio, creí perteneciente a un club secreto, de investigación, o del tipo masónico-templario-místico. Pero no, mientras me tomaba mi tiempo para tomarle el peso obtuve más información de parte de mi amigo. El asunto es que él estaba interesado en este libro hace un montón de años. De la versión Latina para ser exactos, por considerar que una de esas era la original. Más tarde comprendí que estas cosas no eran importantes por el objeto en si, sino más bien por la información que Contenían. Por eso para él era de vital importancia tener una de las ediciones primigenias, para que su conocimiento no le llegase distorsionado. Como es natural mi amigo nada más me dijo, pues no era un saber para principiantes, me decía. Así que fui obteniendo información por otros lados. Un dato me llevaba al otro. De un territorio con rumores a otro. Hasta que, oh sorpresa, alguien obtuvo este libro durante la segunda guerra y lo trajo acá, con mis parientes chilenos, frente a mis ojos.
-Alemanes valdivianos. –Agregué.
-Correctamente. Una familia muy amiga de la mía. Y yo sin tener idea hasta ahora. Como supondrá no podía hacer visible mi interés. Aparte que mis averiguaciones, al igual que las suyas, encendían gran cantidad de cortafuegos que asustaban. Imagínese cuando supe que una de las traducciones más fieles se encontraba dentro de mi círculo. Por lo que puse manos a la obra y consulté por todos lados, llegando a su teléfono a través de un amigo santiaguino.
-El Manco Andrés.
-Correcto. Si bien no lo conozco un buen amigo me lo recomendó, y él a usted.
-Un personaje confiable. Si lo apretan nada suelta…
-¿Cuál mano le faltaba? –rápidamente me pregunta, con cara de sospecha.
-Ninguna. Tiene las dos, hasta donde yo se. Es una antigua historia, resulta que al acabronado le gusta pelear con un solo brazo…
-Es interesante la forma como interpretan la realidad la gente como usted.
-Y eso que nosotros somos la punta de un iceberg solamente. Libros no acabarían de escribirse tratando de abarcarlo todo. –comenté con un dejo de orgullo involuntario.
-Pasando a lo nuestro -prosigue el viejo-, supongo que esa familia valdiviana no tiene idea de quien se interesaba en ese libro.
-Correcto.
-Ni de cuanto pagué por él.
-Correcto. Usted tampoco sabrá lo que me pidieron por él. Todos tienen sus deseos ocultos y yo me especializo en conseguirlos. Respetando algunos principios que aún me quedan.
-Ya veo. Lo dejamos así, entonces. ¿A qué hora nos vamos?
-Esperemos un rato más. Jan-solo nos llamará cuando crea que nada pasa. ¿Qué otro lugar tiene, aparte de su campo en Collico?
-Tengo un amigo en el sector Regional. No hace preguntas y es cien por ciento confiable.
-OKA; hacia el regional entonces.
CONTINUARÁ…