Sunday, September 10, 2006

HAGEN I



EL VIEJO WALTER. Primera parte.

¡Qué pa’, Hagen? Fue la pregunta recurrente mientras pasaba por la plaza. Pocas veces me dirijo al Klandestinov por esas calles, por lo general me voy por Independencia o por Yungay. Bueno, me sirvió para cachar cuán popular soy en algunos sectores de Valdivia, si bien no recordaba ni la mitad de los rostros que me saludaron.
En el Klande lo de siempre. Los chicos en la barra cagados de la risa. Una mocha a balazos a su espalda no bastaría para ponerlos serios. Salvo si entra una mina rica. Así es la cosa y no le pido nada más a mis amigos. Si quisiera más parafernalia iría a otro bar. Me gusta la simpleza y busco sólo simpleza, sin que nadie tome muchas cosas en serio, no sé si me entienden. Para tontos graves me voy a una barra brava de futboleros.

- ¿Qué tal, Hagen? –me saludan todos, al tiempo en que Draculín cuenta una de sus fantásticas historias de su fantástico mundo.
- Quiubo, chicos. En qué andan. –fue mi inicio de conversación a todos los presentes.
- Aquí nomás. Cumpliendo con la pilsen del día –me responde Frula, con cara de mentirajuguete.
- La de hoy, la del martes, la del miércoles... –continúa Chicho, colorado, al parecer su vaso lo había llenado unas veces antes.
- ¿Y Rudy? –le pregunto a Bigotes Rodrigo.
- No ha llegado –me responde-. Ya sabes, a veces sí a veces no, o incluso todos los días.
- Tenés razón, che. ¿Considerarías un Silvercofe para este pobre Hagen?
- Vuela el silvercofe.
- Oye, Koné –apartándolo un poco-. ¿Averiguaste algo del libro que te llevé la semana pasada?
- Por cierto –me responde, como recordando algo sumamente interesante-. No sabes el cacho que tienes entre las manos, si es que lo tienes. Te cuento, me tuve que dar infinidad de vueltas para sacar un poco de información. Al final reuní pedazos que reunieron algo de coherencia...
- Era importante, como te dije...
- Y que lo digas, -acercándose en tono de confidente- incluso se de algunas personas que pagarían muuuy bien por información, lo que sea para ubicarlo.
- ¿Cuántas copias quedan circulando? –le pregunto en el mismo tono confidencialcasiserio.
- En español antiguo, como el supuesto tuyo, unos tres. En latín otros 5 más, sin mencionar una posible copia en griego. –fue la erudita respuesta de un Koné erudito.
- Vaya, vaya. Ahora soy famoso por tener un puto libro.
- Ojala fuese solo un puto libro. Este asunto, si no lo tratas bien puede traerte mas atados que dichas.
- No te preocupes. Nadie lo sabe salvo tú.
- Por mi parte tampoco se lo he dicho a nadie. Los datos que me diste los quemé...
- ¿Alguna forma de que te rastrearan por la red?
- No creo. A lo mejor al principio, pero cuando caché que la cosa se puso peluda investigué por otras vías, usando un cibercafe desconocido. –fue la respuesta de un Koné con aires de jamesbond.
- Por la cresta, Koné. Eres como una madre para mí -no se me ocurrió decirle nada más.
- Como una madre puta, dirás. Aparte que nada de gracias, rájate con un ron.
- ¡Un ron para Koné, Rodrigo porfa! Baldeadle la guata con ron, si es necesario. –Y de nuevo a Koné- Esta demás decirte que te quedes piola.
-No hace falta. Es un puto cacho y no lo quiero para mí.
-Puta la gueá. No se si alegrarme con lo que me dices, o pegarme un tiro.
-Si no tienes cuidado alguien te lo pegará a ti, como gran favor.
-No os preocupéis, siempre me cuido. Y pasando a otro tema. ¿Cómo estuvo el carrete del otro día?
-La raja, hasta donde me acuerdo. De ahí pude ser el alma de la fiesta sin darme cuenta.
-O sea, pulento.
-Efectivamente. Aunque lo que podría decirte es que recuerdo a un Lord Péncil hecho mierda y a un Rudy sordomudo como hace tiempo que no le veía.
-JUUAA! Eso suena interesante. Cuéntame, pequeño saltamontes.

Y me describió el carrete con lujo de detalles, aparte de los comentarios de todos en la barra. Obviamente los que no estaban ahí quedaron como chaleco e’ mono.
A la hora, ya medio puesto y cagao de la risa, salí en busca de un teléfono alejado e hice mi llamada.
-¿Aló, Don Walter? –pregunte con la w marcada como v, no a lo gringo.
-De parte de quien.
-Soy Hagen ¿Me recuerda? Usted me dio su celular privado.
-Si, si. Ya me acuerdo. Entonces recordará también que el tiempo no me sobra. –me responde seriamente con ganas de cortar.
-OKA. Tengo el libro –un silencio al otro lado- . No me pregunte el como ni el por qué; pero lo tengo, y al parecer es la versión española original.
-Veo que ha investigado algo. ¿Está seguro?
-Cien por ciento.
-OH maravilla de maravillas. De todas maneras esta conciente que tengo que examinarlo con mis expertos.
-No se preocupe. Dígame donde y cuando. –tratando de no emocionarme.
-Mañana. Fije usted la hora y lugar.
-Hay un restorán frente al mercado fluvial. Queda en el segundo piso, de nombre Alondra.
-¿Dónde hay un garzón embalsamado en la puerta?
-Ese mismo. Ahí a las cuatro de la tarde.
-Me parece bien.
-Esta demás decirle que habrá gente vigilando que no me pase nada.
-Nada de amenazas, joven. Recuerde que estamos entre caballeros.
-Lo sé, pero ese libro le quema las manos a cualquiera.
-Nos vemos mañana. –fue su seca respuesta. Esta bien. Quien me manda a ser conversador a esas horas.
Volví al Klandes a ver si Rudy llegaba, y nada. Necesitaba que él estuviese en el Alondra a esa hora y no su vieja, por si pasaba algo brígido. Era tarde y ni cagando contestaría su celular si ya dormía. Menudo atado.
-Rodrigo, un silvercofe, porfa.
-¿A esta hora quieres salir a trotar?
-Buena, bigotes, es que necesito estar despierto para encontrar al maldito Rudy.
-Como tanto cariño por Rudy –me tira Chicho con el consecuente MMMMM.
-Negocios, sólo negocios. –respondo
-Ya, ya. Puta’s el gueón serio. –Contesta Chicho- Esta bien, por que no le han salido muchos últimamente al cabro Rudy.
-Lo se. A mí tampoco. Este es el primero en un par de semanas.
-¿Se puede saber qué es? –Rodrigo bajando con el silvercofe.
-Ya llegó la vieja copuchenta –dice Chicho, cagado de la risa.
-Lo se, lo se. No puedo evitar ser una vieja culiá.
-Dejen de guevear, aparte que nunca cuento nada hasta que resulta.
-Te entiendo, obi-wan –Rodrigo pasándome el silvercofe listo.

Al otro día fui temprano al Alondra. De cueva encontré a Rudy trabajando temprano. Lo convencí para que su madre no viniera por la tarde y él corrió un compromiso que tenía.
-¿Pero de cuanto estamos hablando? –me la tiró sin rodeos.
-Si sale bien, 500 lukas para ti. Si sale mal, son 100 luquitas no más. Y si sale a todo trapo es un palo solito para usted.
-La raja. Me anoto, aunque me huele a problemas.
-Por eso la buena paga. Si bien no debería salir nada mal, uno nunca sabe. Es un asunto complicado, que si lo sabe alguien equivocado puede quedar la gran zorra. –le aclaré.
-La gran zorra en mi local. –me respondió secamente.
-Obviamente los gastos de arreglos hipotéticos van aparte. Así aprovechas de arreglar el tugurio. –una risa no es malo en esas ocasiones.
-Hecho, pues. Por la tarde nos vemos.

A las cuatro en punto me instalé en el balcón del Alondra. El viejo llegó al minuto, puntual con un maletín de cuero. Extraño maletín en ese lugar tan exclusivo. Nada me preocupó, por que, aparte de Rudy en su caja, esta mi compadre Jan-solo al frente vigilando cualquier cosa extraña.
-Señor Hagen –me dijo antes de sentarse, con la mano estirada-. Es un placer su puntualidad acostumbrada.
-Es lo normal. Negocios serios, los llaman.
-Es verdad. ¿Lo trae consigo?
-Por supuesto. –y saco el libro, envuelto en una tela de algodón, asegurándome de que nadie estuviese mirando… Mientras lo destapaba hasta mis ojos brillaban.
-Excelente –fue su única exclamación-… ¿Este lugar es seguro? –observando a su alrededor.
-No se preocupe. El dueño es un viejo amigo. Una verdadera tumba.
-Supongo que sabes que tengo que analizarlo primero.
-Lo sé. Pero también sabe que tiene que pagar por eso.
-¿Cuánto? –Eso me gustaba del viejo, siempre al grano.
-Treinta mil dólares.
-¿Esta loco?
-Disculpe, don Walter. Usted sabe cuanto ofrecen por él en la red.
-Lo sé. Pero son ofertas peligrosamente arriesgadas.
-Pero igual, son veinte veces más de lo que le pido.
-No traigo tanto conmigo. –me respondió serenamente.
-Le apuesto que trae diez millones de pesos.
-Otro día discutiremos sus dotes clarividentes... ¿Los acepta?
-Ningún problema. Me da esos diez y el resto cuando tenga la respuesta de sus expertos.
-Me parece un excelente trato –me pasaba el maletín mientras lo decía-. Por favor revise el maletín.
-Maletín llamativo para estos lados. –lo tomé, abriéndolo solo un poco para revisar que fueran billetes de verdad.
-Cuéntelos. –me dijo distraído.
-No hace falta. Cualquier cosa conozco al remitente.
-Exacto. Un placer hacer negocios con usted, señor Hagen. Creo que nada más hay que decir. La próxima semana llámeme y le confirmo el resto.
-El gusto es mío, don Walter.
-Espero que sea la última vez.
-Nunca se sabe. Hasta la semana entrante.
-Nos vemos. –y se fue sin mirar a nadie. Así da gusto, cortito y apretadito. Estos viejos ya no se dan.
Don Walter se fue, pero aún había algo que me daba mala espina. No creí que fuera él, por lo que supuse que alguien más llegaría a dejar la cagá. No me quedaba otra, debía cuidar al viejito hasta su casa, por si acaso. Le pasé el maletín a Rudy, dándole a entender que teníamos el premio mayor. Él también presentía algo raro y, aunque contento como corbata en celo, me recomendó lo mismo.
Al salir Jan-solo ya tenía el auto en la puerta y partimos siguiendo al viejo. Su mercedes, con chofer bien manejado, se fue por la costanera. Siguió hasta el puente que va a Las Animas, lo más seguro es que seguirían de largo, conduciendo hacia Collico, donde tenía su campo. Y esto seguía oliendo peor. Al llegar al puente otro auto dobló tras él, llegando a chirriar las ruedas al doblar. Ese era el que olía mal…
Pasado el puente el extraño auto adelanta y le cierra el paso al viejo Walter. Al frenar los dos el desconocido conductor se baja con un revolver, mientras que su copiloto va corriendo hacia el mercedes.
“Acelera y atropella al de la pistola”, le grité a Jan-solo, que obedeció con una sonrisa en sus labios. Le dimos al pistolero que intentó saltar, igual se sacó cresta y media con el topón. Nos bajamos al trote y corrí por el copiloto, que ya estaba agarrando al viejito. Jan-solo de un rodillazo terminó por rematar al otro.
“Aléjate o le pego al viejo”, fue lo que alcanzó a decir cuando me acerque y le machaqué la nariz con mi fierro. Y eso fue todo. Rápido me subí al mercedes, reemplazando al chofer que aún no reaccionaba del impacto. Ni siquiera tuve que mirar a Jan-solo para que tomara el nuestro y se largase. Mientras tanto salimos a picarte con dirección al gigantoBigger, en su estacionamiento subterráneo nos esconderíamos hasta estar seguros de la calma.
-Ya, viejo. Cuénteme lo que pasa –le pregunté sin rodeos.
-Creí que lo seguían a usted, jovencito.
-Si me siguieran a mí hubieran cazado mi auto. Aparte que se tiraron como fieras sobre su mercedes, que no pasa piola por lo demás. ¿No ha pensado en cambiarlo por uno japonés o coreano?
-Déjese de tonteras y hablemos en serio –Tan serio este viejo Walter para responder.
-Para comenzar “Gracias” debería ser su primera palabra. ¿No cree?
-En eso tiene razón. Disculpe mi falta de educación y gracias por ayudarme, aunque lo más seguro es que protegiese su inversión solamente.
-En parte es verdad, pero también es por que me cae bien.
-¿Los conocía?
-Pensé que eran amigos suyos.
-En mi vida los había visto.
-Por lo que deduzco que no es algo que le pase muy a menudo.
-¿Con quién cree usted que esta tratando?
-Ya, ya. No hay para qué alterarse. El que lo salvó fui yo y se enoja conmigo.
-¿Qué haremos ahora? –preguntó sin escuchar mi comentario. Me recordó a JP.
-Esperamos a que se calmen las cosas. Precaución y paciencia son aliados importantes cuando hay acciones de fuerza.
-¿Usted cree que es por el libro?
-Por supuesto que si. Nunca había estado en medio de algo así. Y al parecer usted tampoco, por lo que la única variable sobrante es el libro. Además de que al hacer cualquier tipo de investigación sobre él se encienden un montón de luces rojas que queman.
-Creo que exagera…
-Dígaselo a los tipos que casi lo chocan tratando de pararlo. Además de esas cosas llamadas pistolas, que no son mi especialidad. ¿Qué le parece si me cuenta lo que pasa, por lo menos una parte?
-Lo mío de ningún modo es peligroso o glamoroso.
-No importa, de algo servirá.
-Bueno, todo comenzó hace un par de años. Confieso que soy un coleccionista empedernido, aunque no de rarezas peligrosas. Es más, mi interés es casi infantil. Puedo estar enamorado de algo y, cuando lo consigo pierde todo valor ara mí. Podría decir que colecciono el valor de la búsqueda más que el objeto mismo.
-No estará tratando de decirme que casi nunca se queda con las cosas que adquiere.
-Francamente, no. Con algunas bellezas me encariño, conservándolas mas por una razón sentimental que por el valor en si, o su utilidad. Lo más seguro es que me pase lo mismo con este libro. Como le dije, hace como dos años, más o menos, Un muy buen amigo me enseñó cosas que no sabía existían. Un mundo desconocido que, en un principio, creí perteneciente a un club secreto, de investigación, o del tipo masónico-templario-místico. Pero no, mientras me tomaba mi tiempo para tomarle el peso obtuve más información de parte de mi amigo. El asunto es que él estaba interesado en este libro hace un montón de años. De la versión Latina para ser exactos, por considerar que una de esas era la original. Más tarde comprendí que estas cosas no eran importantes por el objeto en si, sino más bien por la información que Contenían. Por eso para él era de vital importancia tener una de las ediciones primigenias, para que su conocimiento no le llegase distorsionado. Como es natural mi amigo nada más me dijo, pues no era un saber para principiantes, me decía. Así que fui obteniendo información por otros lados. Un dato me llevaba al otro. De un territorio con rumores a otro. Hasta que, oh sorpresa, alguien obtuvo este libro durante la segunda guerra y lo trajo acá, con mis parientes chilenos, frente a mis ojos.
-Alemanes valdivianos. –Agregué.
-Correctamente. Una familia muy amiga de la mía. Y yo sin tener idea hasta ahora. Como supondrá no podía hacer visible mi interés. Aparte que mis averiguaciones, al igual que las suyas, encendían gran cantidad de cortafuegos que asustaban. Imagínese cuando supe que una de las traducciones más fieles se encontraba dentro de mi círculo. Por lo que puse manos a la obra y consulté por todos lados, llegando a su teléfono a través de un amigo santiaguino.
-El Manco Andrés.
-Correcto. Si bien no lo conozco un buen amigo me lo recomendó, y él a usted.
-Un personaje confiable. Si lo apretan nada suelta…
-¿Cuál mano le faltaba? –rápidamente me pregunta, con cara de sospecha.
-Ninguna. Tiene las dos, hasta donde yo se. Es una antigua historia, resulta que al acabronado le gusta pelear con un solo brazo…
-Es interesante la forma como interpretan la realidad la gente como usted.
-Y eso que nosotros somos la punta de un iceberg solamente. Libros no acabarían de escribirse tratando de abarcarlo todo. –comenté con un dejo de orgullo involuntario.
-Pasando a lo nuestro -prosigue el viejo-, supongo que esa familia valdiviana no tiene idea de quien se interesaba en ese libro.
-Correcto.
-Ni de cuanto pagué por él.
-Correcto. Usted tampoco sabrá lo que me pidieron por él. Todos tienen sus deseos ocultos y yo me especializo en conseguirlos. Respetando algunos principios que aún me quedan.
-Ya veo. Lo dejamos así, entonces. ¿A qué hora nos vamos?
-Esperemos un rato más. Jan-solo nos llamará cuando crea que nada pasa. ¿Qué otro lugar tiene, aparte de su campo en Collico?
-Tengo un amigo en el sector Regional. No hace preguntas y es cien por ciento confiable.
-OKA; hacia el regional entonces.

CONTINUARÁ…

HAGEN


HAGEN

Ya comenzaba a oscurecer más tarde. Por lo menos podías caminar con sol hasta las seis y media. No es que me guste el sol, pero en una ciudad como Valdivia se extraña a veces. Un señor que respeto hasta me dijo que Valdivia tiene dos estaciones solamente. Yo, con mi simpleza de silver atiné a decir “claro, un invierno y verano bien marcados”. No, me respondió, el invierno y la estación de trenes. Me cagó, dejándome una sonrisa marcada cada vez que lo recuerdo. En eso pensaba cuando me dieron ganas de tomar silvercofe. Necesitaba uno para seguir haciendo mis cosas. Desgraciadamente el Klandstinov estaba cerrado hasta las 8 y media. Horario de invierno, decían esos hombrecillos. Igual llamé a Chicho y, maravilla de maravillas, andaba por el centro caminando al local. Creo que tenía que trabajar con sus bandas metaleras, auto invitándome como compañía, claro que me cachó de una mis ganas de silvercofe. Llegué como a las 5 y media, pestañando encandilado por lo raro que se veía el bar con la luz del sol. Desde el verano que no aparecía de día por estos escondrijos.
Alcancé a tomarme 3 silvercofe, echando la talla hasta que abrió oficialmente. Un rato más y me despedía para continuar con lo mío. Después del atado del libro que, conociendo al viejo Walter no había terminado aún, me quedé con un buen turro como para flojear, regodeándome con las pegas que llegaban. Así que si me llegaba una pega buena la aceptaba, pero no me deshacía el zelebro por andar detrás de los pernos. Y en eso estaba, en medio de una fácil y bonita.
El asunto era lejos y, siguiendo con mi política de no manejar autos, llamé a mi compadre Jan-Solo para que me acompañara a unas parcelitas por la salida sur. Él tampoco estaba muy ocupado que digamos, por lo que llegó más que rápido, partiendo por el camino a Paillaco sin darnos vueltas. Pasado el ex regimiento comando doblamos a la derecha. Un camino de tierra que en nada afectaba al ford Corcel de mi compadre, viejo auto de puro fierro que Jan mantenía a punto, aunque por fuera no lo pareciera...
No le dejaba pasar ningún ruido. Con los topones recibidos en el asunto del viejo Walter aprovechó para dejarlo apretadito. Siguiendo por el camino, unos cinco kilómetros más nos detuvimos en una parcelita de agrado. Agradable verla por que parecía potrero la pura casa. Con Jan nos cagamos de la risa y entramos. Por supuesto ya nos esperaban, llegando donde la dueña sin tramites intermedios. Lo bueno de Jan es que si hay que ponerse flaite, se pone flaite. Si tenemos que ser cüicos, se pone cüico, claro que a su manera, una forma muy instruida de cüico.
Ni les cuento lo bien que entramos con la vieja dueña de casa, una vieja bien con excelente gusto. Realmente solo la conocía por teléfono, para variar como dato de alguien, aunque se notaba piola, haciendo más llevadera nuestra conversación. El asunto era un negocio de animales. Debía conseguirle unas particulares iguanas, ojala un par. De una especie no muy conocida que, según mi compadre, andaban a patadas con ellas en su territorio. En pocas palabras fui a contarle a la vieja que me las había conseguido y sólo faltaba el tema dinero.




-Pero pudo ahorrarse el viaje y hablarlo por teléfono –me respondió extrañada.
-Es verdad, pero no acostumbro traficar animales y quería ver si tenía un interés real, además de recursos para tratar bien a esas iguanas.
-¿Y se convenció?
-Por supuesto. Creame que no me gustan los animales enjaulados, menos los amenazados por extinción, así que averigüé y esos bichos estaban bien, por lo que me decidí a aceptar si pasaba este, digamos, “reconocimiento visual de intenciones”, no se si me entiende.
-Quisquilloso el joven…
-Gracias por lo de joven. Pero sí, soy cuidadoso con los animales.
-Me alegra saberlo. ¿Y de cuanto hablamos? –continúa como tratando de resumir conversación.
-Cinco millones el par. Más gastos de envío. –Fue mi respuesta cara de raja.
-Lo que suma… -buscando su bolso.
-Otro millón más.
-Caras las cositas esas.
-Le saldría más barato un perro.
-No se preocupe, es por mi hijo…Es autista y la primera vez que lo veo tan contento fue cuando vio a esos bichos. Ante eso el dinero no vale nada.
-¿Me garantiza que hará todo lo posible para que sobrevivan? –preferí preguntar antes de emocionarme.
-Tiene mi palabra.
En eso escuchamos un grito de mujer vieja, al parecer de la señora que nos abrió. Luego un vidrio roto y más gritos, lo que obligó a entrar a mi jefa de animales para ver qué pasaba. Con Jan-Solo nos miramos extrañados y, con un simple gesto, concordamos en que esto no olía bien y salimos al patio.
Nos quedamos escuchando junto al ventanal, mirando a través de la cortina por si acaso. De una entraron dos tipos, uno empujado a la empleada y el otro sujetando a la jefa, con una pistola por cabeza. Esta no iba a ser una noche tranquila.
Había que actuar rápido. Jan me guiñó un ojo y propuso rodear la casa hasta la puerta principal, pues era obvio que había alguien vigilando la entrada, yo me encargaría del interior. Confiaba en que mi compadre podría improvisar cuando escuchase ruidos dentro.
Al ver a los tipos llevar a sus rehenes a las piezas decidí entrar. Supuse que se tirarían de cabeza a buscar cosas de valor, dándome un tiempo. Despacio fui al pasillo con mi cortaplumas de bolsillo. Nunca se me ocurrió que necesitaría mi pistolita, así que andaba en pelotas. Como gateando me acerque hasta escuchar las voces de los tipos. La jefa guardaba una tranquilidad nerviosa admirable, ella sabía que estábamos y nada dijo. Alcanzó a verme, haciendo un gesto negativo con la cabeza para que nada hiciera; pero como soy gallego de corazón no pesqué, desapareciendo de su vista tras guiñarle un ojo para que se calmara.
Esperando caché que el tipo que vigilaba a las viejas tomó a la jefa y retrocedió hasta el comedor, justo a mis manos. A lo mejor quería buscar cosas por estos lados, o le tenía ganas a la jefita, no lo se, les diré que solo bastó que se asomara, con su arma apuntando a su rehén, para abalanzarme, sujetar su brazo, con pistolita y todo y un navajazo al cuello.
-No hables ni respires -le susurré - si te corto el cuello ni siquiera podrás gritar y me los cargo a todos. –El tipo relajó sus músculos, pasándome la automática.- Llama a tus compadres.
-Somos varios –me respondió.
-Lo sé. Alguien se encarga ahora de tus yuntas al frente.
Pistola en mano, con mi presa del cuello, esperé al otro que no salió a la primera. Al salir de un cuarto, revisando cosas de sus manos, se quedó helado aún con la sonrisa en su rostro. Apunté a su estómago. Disparé, ya que no podía arriesgar la sorpresa en esa única oportunidad. Debía asegurarlo. Pero hubo un problema, la automática era de a mentiritas, aunque debo reconocer que sonó fuerte, como un gran fogueo. El tipo siguió la supuesta trayectoria hasta su estómago y casi se meó. Menos mal, por que me dio tiempo para azotar a mi presa contra la pared y saltar contra el que pestañeaba jurándose muerto. Cuando se dio cuenta de la mula trató de apuntarme con su arma, al parecer la verdadera, pero no le quedó tiempo, ya estaba sobre él. Con mi derecha bajé su brazo con arma, rezando para que no se disparase sobre mis preciados coquitos, mientras mi izquierda alcanzó a cortarle un poco el cuello, quedándose ahí para inmovilizarlo. Si forcejeaba se enterraría hasta la traquea. Ya entregado botó su automática y lo llevé donde su amigo, que recién comenzaba a reaccionar. La jefa, que estaba junto a su hijo y nana, se mantuvo en el piso todo el rato, súper segura, solo la vieja gritaba de repente. Recogió la pistola y me la pasó. Realmente parecía de verdad, si bien prefería no pensarlo como salvada de balacera. Tenía que seguir con mi cara de malo, obviamente acojonado por dentro, pensando o esperanzado en que mi compadre Jan-Solo cumpliese su parte sin otra sorpresita. El solo pensar en un cuarto o quinto cómplice me hizo volver la adrenalina y, pegando un par de patadas en el cuello de mis presas ya craneaba un plan extra por si las moscas…
Bueno, qué quieren que les diga, Jan-Solo es Jan-Solo. Un tipo cien por ciento confiable. Me bastó escuchar un simple ¿Hagen? Para saber que todo estaba bien, entrando mi compadre con el tercer ladroncillo casi inconsciente. Al parecer Jan se emocionó y lo golpeó con todo, pues sangraba el roto. “¿Preocupado?” fue lo único que dijo el muy hijo de puta, riéndose nervioso.
Y como todas las cosas no siempre resultan como uno las planea, apareció otro cachito. El cabeza de serie de la banda era conocido mío.

-Maldito Hagen –fue lo primero que dijo mientras se limpiaba la sangre.
-Sorry, amigo –dije tratando de recordar quien era-. Si me conoces sabes que llegaste al lugar equivocado…
-Pero si soy yo, el rata…
-Por rata te pasó. Ahora asume como hombrecito, agueonao.
-Como tan mala honda, pos si sólo yo tenía balas de verdad. Ya cachai que esto es un negocio y nadie quiere balear a nadie. –Me respondió un explicativo rata.
-Lo se, amiguito. ¿Pero si a tu inútil cabeza se le salía la orden de disparar? ¿Y si le dabas a la jefa o al niño?
-Estaba todo controlado, po’s Hagen…
-¡Controlado te voy a ásete, pajarón! –Y le pegué otra patada en las costillas, claro que guiñándole un ojo.
-Cuídalos, Jan. –Y volviéndome a la jefa- Señora, necesitamos hablar -pasando a la cocina, al tiempo que la nana se llevaba al niño a su pieza, creo que no cachó nada el pobre, inmerso en su mundo hermético.
-Señora, -conversándole ya en la cocina- tenemos un problema.
-No me diga que va a interceder por ellos –me dijo con cara de no entender.
-No es eso. Es que las cosas son un poco más complicadas con la poli al medio. Además de que no me interesa verme implicado en esto, sin contar que nuestro trato con iguanas no podría resultar en medio de pesquisas y demases.
- No se, aún estoy choqueada… ¿Y si él hubiese violado a alguien, o hecho daño a mi hijo? –Continuó algo nerviosa.
-Esta dentro de lo posible, aunque no creo. Ellos son profesionales, no unos simples pendejos pastabaseros. –Tratando de subirles el pelo a esos pelagatos.
-¿Y qué me sugiere usted?
-Mire, si los denuncia lo más seguro es que por lo menos uno salga libre, siempre llevan a alguien sin prontuario o menor de edad… Estas cosas siempre traen consecuencias desagradables. Puede que la familia de esos la “presionen” para no testificar. Créame, estos son clanes que se protegen mutuamente. Lo más seguro es que tenga que cambiarse de casa. Más todos los trámites y gestiones en vano. Recuerde que la poli la protegerá las primeras semanas solamente, y luego tienen cosas más importantes que atender.
-¿Y qué hacemos, entonces?
-Déjemelos a mí. Los aporreo un rato, soltándolos como gran favor. Creame que no volverán a molestarla. Y lo mejor de todo es que correrán la voz y ninguna banda de Valdivia tampoco la tocará. Estos cabros son muy respetados en las poblas.
-¡Bueno, ya. Haga lo que quiera! Pero usted se hace responsable.
-Por supuesto. Recuerde que estoy protegiendo mi inversión. Déjemelos, yo arreglo todo.

-Bueno, chicos. –Ya en el comedor- Tienen suerte que la jefa sea más buena que el pan –pateando cada pobre y triste estómago mientras marcaba cada palabra- . Me los llevo y los dejo en sus casitas. No se preocupen, la poli no se meterá en nuestro arreglo. ¿Capishi? –Después de aceptar con cara de imbéciles los levantamos, con unos palmetazos gratis por supuesto-. Caminen, los gilipollas, que mi compadre Jan no es tan generoso como yo.

Y eso fue. Todo salió de maravilla. De unos casi muertos, yo sin testículos, pasamos a un arreglo que nos convenía a todos. Los cabros, más agradecidos que político sin auditoria, me prometieron el cielo y la tierra. Eran buenos chicos, tan solo que se dedicaban a otra cosa, lo que ampliaría aún más mis contactos para futuros negocios. ¡Que no suene, que no suene! Me dijo un amigo Cruces golpeando los bolsillos, y en eso estoy. La jefa, mientras sus nuevos amiguis estuviesen vivos en Valdivia, no pasaría nunca un susto. Por lo que su hijo, y mis iguanitas, vivirían tranquilamente por el resto de sus vidas.




Rodrigo.