HAGEN

LA GATA. Primera parte :
Puta, la lealtad es lo primero. Lealtad y honor siempre ha sido lo primero en mi vida. No es que sea una blanca paloma heroica, pero eso nunca lo he transado. El problema es que uno se amarra con esas cosas y, con los años, ya ni te molesta cumplir.
Mauricio, un gran amigo, llevaba varios meses fuera de Valdivia, viviendo en Santiago. Lo que le aproblemaba era su gata que había dejado por estos lados. La supuesta encargada ya no la pescaba y mi compadre se sentía obligado a cuidar su gata hasta el final. Cuento corto, me pidió formalmente que me encargara de enviársela por avión. ¡Por avión, la rota, o rata! Ni yo me doy ese lujo, pero bueno, para eso están los amigos, sobre todo los que le deben tanto a mi compadre Mauricio, como yo.
Y bueno, como mi fiel amigo Jan-solo estaba fuera de Valdivia recurrí a mi compadre Pacto con el Diablo (algún día les contaré el por qué de su glorioso sobrenombre). Su roja camioneta estaba buena dentro de lo aceptable, así que lo emborraché un viernes por la noche en el Klandstinov y aceptó de buena gana. Hasta ahora no entiendo por que le agradó la idea de ir a dejar un puto gato (a) al aeropuerto Pichoy, que no quedaba cerca. Incluso el bigotón Rodrigo también quiso agancharnos, fruto del ron silver en su sangre, aunque sabíamos con pacto que en la mañana se le iba a olvidar.
Esa noche nos fuimos como a las seis de la madrugada, quedando de acuerdo para juntarnos a las tres de la tarde en mi depto. O sea, un rato más. Yo desperté a las dos y media, alcanzando a ducharme por lo menos. Pacto llegó a las tres y media, como era de esperarse, con los ojos llenos de pilsen aún. Obviamente nos reímos con la posibilidad de que bigotón llegara algún día. Esperamos dos minutos y nos fuimos. En la casa de la encargada del gato se suponía que el veterinario la doparía, firmando todos los salvoconductos necesarios para tal efecto.
Todo era simple. Llegamos juntos con el veterinario a la casa donde alojaba la gatita. La sedaron, explicándome cada paso con mucho amor hacia los animales. Qué iba a hacer, era inútil explicar que las mascotas no eran santos de mi devoción.
Olvidaba contarle que mi compadre Mauricio, dueño de gata, supuestamente dejó todo arreglado con la línea aérea desde Santiago. Hasta había mandado una de esas jaulas para mascotas cibernéticas, a todo trapo. Lo que auguraba un viaje sin muchos inconvenientes para llevar a la gatita Carlota hasta el aeropuerto Pichoy. Pero estamos en Chile y tener todo bajo control significa detalles que nadie cacha que existen. Otra cosa, para los que no conocen Valdivia, el terminal aéreo (suena a reader digest) queda a la conchasumare del centro de la ciudad. A velocidad caña, conversando es casi una hora. Nada mal, si salíamos a las tres y media llegaríamos media hora antes de lo previsto. De pelos.
Agarramos Av. Pedro Montt hasta las Ánimas, deteniéndonos en un boliche para comprar una agüita pa’ la caña. Por que aún estábamos ebreos con mi compadre Pacto. Revisamos al gato, por si las moscas, que iba más agüeonao que nosotros curaos. De ahí a la salida Norte hacia el Pichoy, cagados de la risa. Hablando pura mierda, como si no nos hubiésemos visto desde hace rato. Tanto güeveamos que nos adelantaban todos los autos, incluso creí ver a una trola acelerando a nuestra izquierda. Güeveabamos imaginando qué haríamos si se nos moría el gato, o se arrancaba o se convertía en peluche, qué se yo. El asunto era quien se imaginaba la situación más descabellada, junto con la forma de solucionarla por supuesto. Conversamos de extraterrestres, de historia, de muertos vivientes, en fin, de toda la mierda que se puedan imaginar. Un viaje ebrio-cultural. Lo bueno es que con Pacto coincidimos en pensar, e imaginar, a esta realidad con elementos un poco más complicados de lo que se aprecia cotidianamente. No es que nos hayan abducido enanitos verdes, metiéndonos sendas sondas por la raja, si no más bien la certeza de que esta realidad armada contemporáneamente es demasiado simple para ser verdad. Demasiado simple como para borrar, casi hasta la extinción, la visión antigua que se tenía del entorno. En eso estábamos cuando nos dieron ganas de mear, por lo que a parar y a mear. Al subirnos nuevamente continuamos imaginándonos que se nos perdía el gato, con soluciones cada vez peores: Agarrar a otro gato y pintarlo igual. O un perro con peluca y cosas parecidas. Hasta que se me ocurrió revisarla, por si acaso. Estaba muy calmada la rota…
Qué quieren que les diga, cuando uno más güevea por las cosas éstas suceden, y a improvisar se ha dicho. Al levantar la frazada que cubría la canasta mascota nuestra gatita no se movía. La empuje, sacudí y nada, ningún movimiento de la puta gata. Cuando Pacto vio mi cara demasiado seria colocó intermitente y frenó en la berma bruscamente. Ni siquiera ahí la gata despertó. “Qué pasa, Hagen”. Fue su pregunta con voz de ojala fuera una broma. “Se nos murió la gata, conchatumare”, fue mi típica respuesta típica. Aún polvo por todos lados con el frenazo y Pacto no me creía. Ni siquiera quiso verla, sólo metió la mano en la jaula y cachó de una. Con un profundo ¡HHUUUUU! Nos miramos riendo casi nerviosos, sin que nadie nos preparara para lo que venía. Putas, como se los explico. Justo en la última U de nuestra exclamación tuvimos una visión. Aún con la boca abierta pasa un gato frente al Pactomóvil, igualito hasta en los colores a nuestra muerta gata, por lo menos eso fue lo que vimos pasar corriendo. Se pueden imaginar la cara de imbéciles que colocamos al ver a ese fantasma atravesando la carretera, corriendo hasta perderse en unos matorrales de enfrente. Nos miramos, al mismo tiempo, otra vez, y al mismo tiempo gritamos “Atrapala, conchatumare”, saliendo de la camioneta tropezándonos a toda raja. Pacto atinó un poco mejor, recogiendo la frazada para agarrar al doble de gata. Yo esperé un espacio para cruzar, pero Pacto, todo eufórico atravesó corriendo y estuvo a punto de ser atropellado dos veces por perseguir un espejismo con cola. Pacto reculiao, pensé, sólo me faltaba tener un gato y un amigo muerto.
Me preocupé de cerrar la camioneta y los seguí. Para ser sincero nunca creí que Pacto con el Diablo corriera tan rápido, ni siquiera que pudiese correr con esa ponchera. Ya transpiraba como roto, con la lengua afuera y aún no los pillaba. Al casi caerme en una acequia escuché un ruido a mi izquierda, luego un “¡Hagen!”.
Al llegar donde Pacto él ya lo tenía controlado, o la tenía ojala. Con la manta encima del animal el güeón me miró con cara de triunfo. Yo sólo movía la cabeza, incrédulo por la tontera que hacíamos. Pero que va, ya estábamos en esa. Nuestro doble se resistió un poco, pero al llevarlo como saco dejó de patalear.
-Bueno, Hagen, ya tenemos sustituto –me dijo Pacto aún con su sonrisa.
-Mierda, ahora no estoy tan seguro de que resulte esta güeva’ –le respondí realmente preocupado.
-¿Cómo que no?
-¿Y vos creis que no se va a dar cuenta con su gata de hace mil años? –dije pensando en Mauricio.
-Pero si me dijiste que se fue hace meses… -continuó Pacto con su razonamiento.
-Si, pero fueron años viviendo con su mascota.
-Qué tanto –Pacto emocionándose-, si además no la iba a poder tener en su nuevo departamento. ¿Dónde la iba a encargar?
-A la Ligua, donde una amiga –le respondí.
-¡Ahí está! Si tanto cariño no le tiene. Creo que es sólo por cumplir con su lealtad hacia este noble animal –ya riéndose mi compadre, aunque decidido a realizar este plan B.
-¡Deja de embolarme la cabeza, Pacto reculiao!
-Te complicas demasiado la vida, Hagen. Mira, si el famoso gato sólo se le parecen los colores lo dejamos y nos olvidamos del asunto. Damos las explicaciones del caso y nos comemos la foca de tu compadre Mauricio. Pero, si además es hembra y se parece en el porte y demases, la pescamos y se va con el nombre nuevo de Carlota. ¿OK?
-Bueno, bueno, rechuchatumare. No puedo ser tan Fácil de convencer.
-Bastante fácil, si piensas que es sólo una disculpa que tienes que dar por que se te murió el gato a tu cargo.
-Ya basta. Me convenciste. Menos mal que no fui mina o ya estaría lleno de cabros chicos…
En esas altruistas conversaciones estábamos cuando llegamos a la carretera, casi frente a la Pactomóvil. Y, como nada puede ser tan simple en la vida pillamos a dos tipos, semi rufianes, semi viejos tercios, fumándose unos cigarros apoyados en el capó. Pacos no eran, a simple vista. Ladrones tampoco, o las ventanas estarían rotas hace rato, sin rastros de ellos ni la camioneta.
Continuará…
Rodrigo López.
Mauricio, un gran amigo, llevaba varios meses fuera de Valdivia, viviendo en Santiago. Lo que le aproblemaba era su gata que había dejado por estos lados. La supuesta encargada ya no la pescaba y mi compadre se sentía obligado a cuidar su gata hasta el final. Cuento corto, me pidió formalmente que me encargara de enviársela por avión. ¡Por avión, la rota, o rata! Ni yo me doy ese lujo, pero bueno, para eso están los amigos, sobre todo los que le deben tanto a mi compadre Mauricio, como yo.
Y bueno, como mi fiel amigo Jan-solo estaba fuera de Valdivia recurrí a mi compadre Pacto con el Diablo (algún día les contaré el por qué de su glorioso sobrenombre). Su roja camioneta estaba buena dentro de lo aceptable, así que lo emborraché un viernes por la noche en el Klandstinov y aceptó de buena gana. Hasta ahora no entiendo por que le agradó la idea de ir a dejar un puto gato (a) al aeropuerto Pichoy, que no quedaba cerca. Incluso el bigotón Rodrigo también quiso agancharnos, fruto del ron silver en su sangre, aunque sabíamos con pacto que en la mañana se le iba a olvidar.
Esa noche nos fuimos como a las seis de la madrugada, quedando de acuerdo para juntarnos a las tres de la tarde en mi depto. O sea, un rato más. Yo desperté a las dos y media, alcanzando a ducharme por lo menos. Pacto llegó a las tres y media, como era de esperarse, con los ojos llenos de pilsen aún. Obviamente nos reímos con la posibilidad de que bigotón llegara algún día. Esperamos dos minutos y nos fuimos. En la casa de la encargada del gato se suponía que el veterinario la doparía, firmando todos los salvoconductos necesarios para tal efecto.
Todo era simple. Llegamos juntos con el veterinario a la casa donde alojaba la gatita. La sedaron, explicándome cada paso con mucho amor hacia los animales. Qué iba a hacer, era inútil explicar que las mascotas no eran santos de mi devoción.
Olvidaba contarle que mi compadre Mauricio, dueño de gata, supuestamente dejó todo arreglado con la línea aérea desde Santiago. Hasta había mandado una de esas jaulas para mascotas cibernéticas, a todo trapo. Lo que auguraba un viaje sin muchos inconvenientes para llevar a la gatita Carlota hasta el aeropuerto Pichoy. Pero estamos en Chile y tener todo bajo control significa detalles que nadie cacha que existen. Otra cosa, para los que no conocen Valdivia, el terminal aéreo (suena a reader digest) queda a la conchasumare del centro de la ciudad. A velocidad caña, conversando es casi una hora. Nada mal, si salíamos a las tres y media llegaríamos media hora antes de lo previsto. De pelos.
Agarramos Av. Pedro Montt hasta las Ánimas, deteniéndonos en un boliche para comprar una agüita pa’ la caña. Por que aún estábamos ebreos con mi compadre Pacto. Revisamos al gato, por si las moscas, que iba más agüeonao que nosotros curaos. De ahí a la salida Norte hacia el Pichoy, cagados de la risa. Hablando pura mierda, como si no nos hubiésemos visto desde hace rato. Tanto güeveamos que nos adelantaban todos los autos, incluso creí ver a una trola acelerando a nuestra izquierda. Güeveabamos imaginando qué haríamos si se nos moría el gato, o se arrancaba o se convertía en peluche, qué se yo. El asunto era quien se imaginaba la situación más descabellada, junto con la forma de solucionarla por supuesto. Conversamos de extraterrestres, de historia, de muertos vivientes, en fin, de toda la mierda que se puedan imaginar. Un viaje ebrio-cultural. Lo bueno es que con Pacto coincidimos en pensar, e imaginar, a esta realidad con elementos un poco más complicados de lo que se aprecia cotidianamente. No es que nos hayan abducido enanitos verdes, metiéndonos sendas sondas por la raja, si no más bien la certeza de que esta realidad armada contemporáneamente es demasiado simple para ser verdad. Demasiado simple como para borrar, casi hasta la extinción, la visión antigua que se tenía del entorno. En eso estábamos cuando nos dieron ganas de mear, por lo que a parar y a mear. Al subirnos nuevamente continuamos imaginándonos que se nos perdía el gato, con soluciones cada vez peores: Agarrar a otro gato y pintarlo igual. O un perro con peluca y cosas parecidas. Hasta que se me ocurrió revisarla, por si acaso. Estaba muy calmada la rota…
Qué quieren que les diga, cuando uno más güevea por las cosas éstas suceden, y a improvisar se ha dicho. Al levantar la frazada que cubría la canasta mascota nuestra gatita no se movía. La empuje, sacudí y nada, ningún movimiento de la puta gata. Cuando Pacto vio mi cara demasiado seria colocó intermitente y frenó en la berma bruscamente. Ni siquiera ahí la gata despertó. “Qué pasa, Hagen”. Fue su pregunta con voz de ojala fuera una broma. “Se nos murió la gata, conchatumare”, fue mi típica respuesta típica. Aún polvo por todos lados con el frenazo y Pacto no me creía. Ni siquiera quiso verla, sólo metió la mano en la jaula y cachó de una. Con un profundo ¡HHUUUUU! Nos miramos riendo casi nerviosos, sin que nadie nos preparara para lo que venía. Putas, como se los explico. Justo en la última U de nuestra exclamación tuvimos una visión. Aún con la boca abierta pasa un gato frente al Pactomóvil, igualito hasta en los colores a nuestra muerta gata, por lo menos eso fue lo que vimos pasar corriendo. Se pueden imaginar la cara de imbéciles que colocamos al ver a ese fantasma atravesando la carretera, corriendo hasta perderse en unos matorrales de enfrente. Nos miramos, al mismo tiempo, otra vez, y al mismo tiempo gritamos “Atrapala, conchatumare”, saliendo de la camioneta tropezándonos a toda raja. Pacto atinó un poco mejor, recogiendo la frazada para agarrar al doble de gata. Yo esperé un espacio para cruzar, pero Pacto, todo eufórico atravesó corriendo y estuvo a punto de ser atropellado dos veces por perseguir un espejismo con cola. Pacto reculiao, pensé, sólo me faltaba tener un gato y un amigo muerto.
Me preocupé de cerrar la camioneta y los seguí. Para ser sincero nunca creí que Pacto con el Diablo corriera tan rápido, ni siquiera que pudiese correr con esa ponchera. Ya transpiraba como roto, con la lengua afuera y aún no los pillaba. Al casi caerme en una acequia escuché un ruido a mi izquierda, luego un “¡Hagen!”.
Al llegar donde Pacto él ya lo tenía controlado, o la tenía ojala. Con la manta encima del animal el güeón me miró con cara de triunfo. Yo sólo movía la cabeza, incrédulo por la tontera que hacíamos. Pero que va, ya estábamos en esa. Nuestro doble se resistió un poco, pero al llevarlo como saco dejó de patalear.
-Bueno, Hagen, ya tenemos sustituto –me dijo Pacto aún con su sonrisa.
-Mierda, ahora no estoy tan seguro de que resulte esta güeva’ –le respondí realmente preocupado.
-¿Cómo que no?
-¿Y vos creis que no se va a dar cuenta con su gata de hace mil años? –dije pensando en Mauricio.
-Pero si me dijiste que se fue hace meses… -continuó Pacto con su razonamiento.
-Si, pero fueron años viviendo con su mascota.
-Qué tanto –Pacto emocionándose-, si además no la iba a poder tener en su nuevo departamento. ¿Dónde la iba a encargar?
-A la Ligua, donde una amiga –le respondí.
-¡Ahí está! Si tanto cariño no le tiene. Creo que es sólo por cumplir con su lealtad hacia este noble animal –ya riéndose mi compadre, aunque decidido a realizar este plan B.
-¡Deja de embolarme la cabeza, Pacto reculiao!
-Te complicas demasiado la vida, Hagen. Mira, si el famoso gato sólo se le parecen los colores lo dejamos y nos olvidamos del asunto. Damos las explicaciones del caso y nos comemos la foca de tu compadre Mauricio. Pero, si además es hembra y se parece en el porte y demases, la pescamos y se va con el nombre nuevo de Carlota. ¿OK?
-Bueno, bueno, rechuchatumare. No puedo ser tan Fácil de convencer.
-Bastante fácil, si piensas que es sólo una disculpa que tienes que dar por que se te murió el gato a tu cargo.
-Ya basta. Me convenciste. Menos mal que no fui mina o ya estaría lleno de cabros chicos…
En esas altruistas conversaciones estábamos cuando llegamos a la carretera, casi frente a la Pactomóvil. Y, como nada puede ser tan simple en la vida pillamos a dos tipos, semi rufianes, semi viejos tercios, fumándose unos cigarros apoyados en el capó. Pacos no eran, a simple vista. Ladrones tampoco, o las ventanas estarían rotas hace rato, sin rastros de ellos ni la camioneta.
Continuará…
Rodrigo López.
3 Comments:
Me hiceste morir de la risa...
oye, ahora que lo pienso, creo que esa aversión a las mascotas la agarré de ti :-).
Jajajaja... así que finalmente revelas la verdad!!!... bueno, yo te debo una puteá y tu un clásico vodka tonica para mi próxima visita... aun indeterminada...
abrazos grande maestro.... gran letra la de usted...
carlota la gata hija de.....que quieres que te diga, ya sabia de oidas varias versiones pero esta es la mejor, hasta pronto...si paso agosto ja!
Post a Comment
<< Home