HAGEN

LA GATA
Segunda Parte:
Segunda Parte:
-Caballeros, buenas tardes. –Fue lo mejor que se me ocurrió decir al acercarnos. Total, de acuerdo a su reacción improvisaríamos con gato y todo.
-Buenas, buenas –respondió el más viejo-. Discúlpeme lo directo, pero ese gato es nuestro.
-¿Gato? –Dijo estúpidamente mi compadre Pacto.
-Sí, ese que tienen envuelto en la manta.
Miren, suena como una imbecilidad, pero nunca me agradó esa forma tan segura de cagarte con una afirmación. Por lo mismo, aún sabiendo que habría problemas por un gato de mierda igual seguí el juego. Aparte que Pacto también me enredó con el asunto, y eso que él nada tenía que ganar en esto, por lo que abrí la camioneta y Pacto metió al gato junto a la jaula de nuestro muerto amigo.
-Otro movimiento como ese y no llegarán a mañana –fue el comentario relajado del más joven.
-Discúlpenme –dije luciendo mi cara de güeón-, pero era para conversar más tranquilo.
-¡Tranquilo una mierda! –Contesta un ya impaciente joven- Devuelvan el puto gato.
-Tranqui, tranqui, amigo. Ya, Pacto, trae a ese maldito gato –le dije en voz alta, aunque al darse vuelta le susurré-. Prende el motor y arranca, yo me encargo de ellos. En una hora en el aeropuerto.
-Puta, Hagen, estos gueones son serios y…
-Y nada. Lárgate, culiao. –Y Pacto rodeo la camioneta por detrás, justo cuando los tipos se pusieron serios.
-Oye, enano –gritó el más joven-, quédate quieto o te cocinas.
-Sorry –interrumpí-, pero a mi compadre no lo guevea nadie –y me lancé en su contra, empujándolo lejos al tiempo que golpeaba al viejo con mi cachiporra de emergencia.
-¡Arranca, chuchatumadre! –Le alcancé a Gritar a Pacto. Afortunadamente ya tenía el motor en marcha y forreando arrancó con olor a humo. Mientras yo repartía patadas a las costillas y a correr se ha dicho. P’al caso, de picados me tendrían que seguir, aunque su pega era el gato… Dicho y hecho, no me pescaron ni en bajá y corrieron hacia su auto.
Puta la guevá. El pactomóvil a los 120 se desarmaba entero, por lo que tenía cero posibilidades contra ellos. Algo tenía que hacer, así que agarré un peñasco y lo lancé justo cuando su auto pasaba frente a mí. Aboyé el capó, trisando solamente el parabrisas, lo suficiente como para que se roncearan con un pequeño trompo y pararan frente a mi derecha. Si hubiese pasado otro auto lo más seguro era que muriésemos todos con el impacto, pensaba cuando encendía un cigarrillo esperando lo que viniera. Los caché mirándome con ganas de matarme, en la berma, con humo al frente, pero dieron media vuelta y se fueron. Creo que en algo ayudaron a Pacto esos minutitos perdidos para esconderse. Total, ellos no sabían que íbamos al aeropuerto, leaving non stop.
Caminé un buen rato hacia la Terminal, hasta que pasó el furgón del transfer.
Continuará...
Rodrigo López