Monday, November 19, 2007

HAGEN


LA GATA.

Tercera y final:


Como era obvio, los tipos no sabían del aeropuerto. Por lo que a dedo podía llegar relativamente tranquilo. Pensando en que Pacto estuviese sin novedades esperándome.

Al entrar nadie había, al parecer aún era demasiado temprano para los pasajeros. ¡¿ALO?! Grité, y nada. Hasta que Pacto salió detrás de una estantería de Lan, con cara de piola, indicándome que me acercara en silencio. Se supone que él había visto a los tipos pasar un rato atrás sin que lo cacharan.

-¿Y el gato?

-Aquí, pos flaquito. –Me respondió- Este roto, o rota, no se me mueve de acato.

-Oye, imbécil. ¿No crees que le estamos poniendo mucho por un puto gato?

-Linda la guevá. Ahora sólo tú puedes andar de aventuras...

-Claro, pos cagá. Como si me gustara andar arrancando como gilipollas por estas pelotudeces.

-Ya, ya. Si todo salió a pedir de boca. Ahora hay que ver si esta sshhusshhá es gato o gata. –Dice con su mejor cara de veterinario por un día.

-Y mejor es cachar cómo embarcarlo lo antes posible y largarnos...-Termino de decirlo cuando sentimos un disparo. O mejor dicho escuchamos lo que parecía un disparo rompiendo una gigantoventana.

-¡Hijos de puta! –de un espontáneo Pacto.

-Estos bastardos no se cansan –dije tratando de cachar algo por el costado del mesón.- Sal por la pista, yo veo qué hago para que no te sigan. Total, de seguro los del aeropuerto tendrán que llamar a seguridad de algo.

-Hecho –y salió rajado sin soltar a su pactogato. Conté hasta tres y me toco a mí salir raspando hacia una puerta por el norte.

Bueno, lo de distraerlo no era que hiciera un esfuerzo real por distraerlos. Salió de cueva que se fijaron en mí y se rajaron con automáticas quebrando ventanales, en pos de mis piecesillos y más vidrios rotos de la putamadre. Sólo atiné a tirarme arrastrando detrás de un mesón, sin que ellos dejaran de disparar en todas direcciones. De pelos, pensé, por lo menos le disparan a todo sin saber donde estamos.

Seguí gateando, irónicamente sin gato, hasta esa puta puerta que salía por el costado norte del Pichoy. La abro despacito, cachando que los gilipollas aún disparaban hacia el interior, sin ver nada. Me asomo por la pista, justo para ver a un Pacto corriendo, como en una película de gatos mafiosos, rodeando a unos jotes de mantencionaeropuertistica, con su dedo en la boca para que callaran. El muy hijo de perra no se quedaba quieto. Pretendía llegar a su pactomóvil con gato y todo.

Logro esbozar una sonrisa cuando los chulos me cachan y revientan la puerta a tiros. De la puta, la putamadre de ruido y astillas. Si hay algo que no soporto, aparte de los jipis, es ese estruendo de madera baleada hecho mierda. Y a correr se ha dicho el monito. Claro que en dirección opuesta a la de mi compadre. Menos mal que ya llegaban los transferes de pasajeros por el camino principal. Sorry, pero ya eran muchas las balas que me seguían, que de cueva no hirieron a nadie.

Arrastrándome estaba por el pasto, hasta un árbol, cuando dejaron de pescarme. Los vi señalar algo y se fueron para el estacionamiento. ¡Por la puta, cacharon a Pacto y su pactomóvil! Y a correr de nuevo para armar bulto más que sea.

A unos 40 metros de los breas grité y ni un pesque para mí. En ese momento veo de reojo a Pacto con algo bajo el brazo, el gato, ocultándose agueonadamante tras su camioneta. Grito nuevamente, pero sólo recibo un par de tiros al voleo para distraerme y dele que suene agujereando a la pobre pactomovil, con su dueño detrás. Y humo, mucho, demasiado humo. Lo suficiente como para pensar en un Pacto muerto con gato y todo.

Imagínense a mi, una pobre cagá boca a tierra, sorprendido al ver la camioneta hecho mierda y un gato caminando por el frente. ¡Agarralo, mierda! Escucho al más viejo de los matones. Qué mas quieren, me agarré la cabeza pensando en mi ahora difunto buen amigo. ¡Pobre Pacto muerto por un puto gato! Quien nos mandó. ¡Puta la reputa guevá! Ya estaba chato y me paré para buscar a mi compañero. Mientras camino veo a uno de ellos correr con su gato bajo el brazo. Directo a su auto ya en marcha y forreando y arrancando escandalosamente por el camino.

¡Puta la guevá! Mi compadre en una de esas aún esta sangrando, pienso mientras corro hacia la camioneta.

-¡Pacto culiao! ¡Pacto culiao! –Grito mientras llego tras la pactomovil, y nada. No esta. Nada de nada. Abro la puerta y nada, sólo la jaula con nuestro gato aún más muerto y agujereado por balas.

-¡Hagen güeco! –Escucho detrás de mí… Nunca un alivio tan grande sobó mi espalda. De esos, que te hacen encorvarte mientras veo a un Pacto, cojeando, con la mano en las costillas y la media sonrisa. Sonriendo el chuchasumadre me decía ¡Nos salvamos! Hijo de la gran puta. Lo abracé y nos cagamos de la risa.

-¿Viste que todo salio bien?

-Cómo que bien, saco de guevas –fue mi respuesta con risa.

-Claro –continuó-, si ahora tenemos a un gato baleado y una gran justificación para tu compadre. Si hasta los diarios van a mostrar esta mierda.

-Saco de caca, sólo bastaba con decirle que murió su puto gato…

-Pero esto es más espectacular y emocionante que una puta mentira.

-A ver si tu emoción va a pagar tu maldita camioneta, saco de brea. –Y ahí lo bajé a tierra con toda su sensación de “la raja”.

-AAAHHH, buen punto de vista. Se me olvida mi cacharrito… A ver si la hacemos andar –fue su relajado comentario

-Ya, pos compañero. Prende tu sshhusshhá entonces –y la pobre cagá prendió. Y ni siquiera tiraba humo la mierda.

De pelos. Nos fuimos cagados de la risa. Ni por si acaso esperaba a los pacos o prensa de lo que sea, no necesitaba justificación pública para que mi compadre me creyera. Ya me bastaba con la fama que tengo y la de Pacto había que cuidarla, por si se le necesita al cabro para alguna que otra tontera más. No necesitaba justificación pública para que mi compadre me creyera. Ojala Pacto hubiese entendido eso desde un principio, aunque saliera con solo unas costillas rotas por un mal salto, a lo detective jüato de Paillaco.

FIN

-Rodrigo López-

Friday, July 06, 2007

HAGEN


LA GATA
Segunda Parte:

-Caballeros, buenas tardes. –Fue lo mejor que se me ocurrió decir al acercarnos. Total, de acuerdo a su reacción improvisaríamos con gato y todo.
-Buenas, buenas –respondió el más viejo-. Discúlpeme lo directo, pero ese gato es nuestro.
-¿Gato? –Dijo estúpidamente mi compadre Pacto.
-Sí, ese que tienen envuelto en la manta.

Miren, suena como una imbecilidad, pero nunca me agradó esa forma tan segura de cagarte con una afirmación. Por lo mismo, aún sabiendo que habría problemas por un gato de mierda igual seguí el juego. Aparte que Pacto también me enredó con el asunto, y eso que él nada tenía que ganar en esto, por lo que abrí la camioneta y Pacto metió al gato junto a la jaula de nuestro muerto amigo.

-Otro movimiento como ese y no llegarán a mañana –fue el comentario relajado del más joven.
-Discúlpenme –dije luciendo mi cara de güeón-, pero era para conversar más tranquilo.
-¡Tranquilo una mierda! –Contesta un ya impaciente joven- Devuelvan el puto gato.
-Tranqui, tranqui, amigo. Ya, Pacto, trae a ese maldito gato –le dije en voz alta, aunque al darse vuelta le susurré-. Prende el motor y arranca, yo me encargo de ellos. En una hora en el aeropuerto.
-Puta, Hagen, estos gueones son serios y…
-Y nada. Lárgate, culiao. –Y Pacto rodeo la camioneta por detrás, justo cuando los tipos se pusieron serios.
-Oye, enano –gritó el más joven-, quédate quieto o te cocinas.
-Sorry –interrumpí-, pero a mi compadre no lo guevea nadie –y me lancé en su contra, empujándolo lejos al tiempo que golpeaba al viejo con mi cachiporra de emergencia.
-¡Arranca, chuchatumadre! –Le alcancé a Gritar a Pacto. Afortunadamente ya tenía el motor en marcha y forreando arrancó con olor a humo. Mientras yo repartía patadas a las costillas y a correr se ha dicho. P’al caso, de picados me tendrían que seguir, aunque su pega era el gato… Dicho y hecho, no me pescaron ni en bajá y corrieron hacia su auto.
Puta la guevá. El pactomóvil a los 120 se desarmaba entero, por lo que tenía cero posibilidades contra ellos. Algo tenía que hacer, así que agarré un peñasco y lo lancé justo cuando su auto pasaba frente a mí. Aboyé el capó, trisando solamente el parabrisas, lo suficiente como para que se roncearan con un pequeño trompo y pararan frente a mi derecha. Si hubiese pasado otro auto lo más seguro era que muriésemos todos con el impacto, pensaba cuando encendía un cigarrillo esperando lo que viniera. Los caché mirándome con ganas de matarme, en la berma, con humo al frente, pero dieron media vuelta y se fueron. Creo que en algo ayudaron a Pacto esos minutitos perdidos para esconderse. Total, ellos no sabían que íbamos al aeropuerto, leaving non stop.
Caminé un buen rato hacia la Terminal, hasta que pasó el furgón del transfer.


Continuará...


Rodrigo López

Thursday, May 10, 2007

HAGEN


LA GATA. Primera parte :


Puta, la lealtad es lo primero. Lealtad y honor siempre ha sido lo primero en mi vida. No es que sea una blanca paloma heroica, pero eso nunca lo he transado. El problema es que uno se amarra con esas cosas y, con los años, ya ni te molesta cumplir.
Mauricio, un gran amigo, llevaba varios meses fuera de Valdivia, viviendo en Santiago. Lo que le aproblemaba era su gata que había dejado por estos lados. La supuesta encargada ya no la pescaba y mi compadre se sentía obligado a cuidar su gata hasta el final. Cuento corto, me pidió formalmente que me encargara de enviársela por avión. ¡Por avión, la rota, o rata! Ni yo me doy ese lujo, pero bueno, para eso están los amigos, sobre todo los que le deben tanto a mi compadre Mauricio, como yo.
Y bueno, como mi fiel amigo Jan-solo estaba fuera de Valdivia recurrí a mi compadre Pacto con el Diablo (algún día les contaré el por qué de su glorioso sobrenombre). Su roja camioneta estaba buena dentro de lo aceptable, así que lo emborraché un viernes por la noche en el Klandstinov y aceptó de buena gana. Hasta ahora no entiendo por que le agradó la idea de ir a dejar un puto gato (a) al aeropuerto Pichoy, que no quedaba cerca. Incluso el bigotón Rodrigo también quiso agancharnos, fruto del ron silver en su sangre, aunque sabíamos con pacto que en la mañana se le iba a olvidar.
Esa noche nos fuimos como a las seis de la madrugada, quedando de acuerdo para juntarnos a las tres de la tarde en mi depto. O sea, un rato más. Yo desperté a las dos y media, alcanzando a ducharme por lo menos. Pacto llegó a las tres y media, como era de esperarse, con los ojos llenos de pilsen aún. Obviamente nos reímos con la posibilidad de que bigotón llegara algún día. Esperamos dos minutos y nos fuimos. En la casa de la encargada del gato se suponía que el veterinario la doparía, firmando todos los salvoconductos necesarios para tal efecto.
Todo era simple. Llegamos juntos con el veterinario a la casa donde alojaba la gatita. La sedaron, explicándome cada paso con mucho amor hacia los animales. Qué iba a hacer, era inútil explicar que las mascotas no eran santos de mi devoción.
Olvidaba contarle que mi compadre Mauricio, dueño de gata, supuestamente dejó todo arreglado con la línea aérea desde Santiago. Hasta había mandado una de esas jaulas para mascotas cibernéticas, a todo trapo. Lo que auguraba un viaje sin muchos inconvenientes para llevar a la gatita Carlota hasta el aeropuerto Pichoy. Pero estamos en Chile y tener todo bajo control significa detalles que nadie cacha que existen. Otra cosa, para los que no conocen Valdivia, el terminal aéreo (suena a reader digest) queda a la conchasumare del centro de la ciudad. A velocidad caña, conversando es casi una hora. Nada mal, si salíamos a las tres y media llegaríamos media hora antes de lo previsto. De pelos.
Agarramos Av. Pedro Montt hasta las Ánimas, deteniéndonos en un boliche para comprar una agüita pa’ la caña. Por que aún estábamos ebreos con mi compadre Pacto. Revisamos al gato, por si las moscas, que iba más agüeonao que nosotros curaos. De ahí a la salida Norte hacia el Pichoy, cagados de la risa. Hablando pura mierda, como si no nos hubiésemos visto desde hace rato. Tanto güeveamos que nos adelantaban todos los autos, incluso creí ver a una trola acelerando a nuestra izquierda. Güeveabamos imaginando qué haríamos si se nos moría el gato, o se arrancaba o se convertía en peluche, qué se yo. El asunto era quien se imaginaba la situación más descabellada, junto con la forma de solucionarla por supuesto. Conversamos de extraterrestres, de historia, de muertos vivientes, en fin, de toda la mierda que se puedan imaginar. Un viaje ebrio-cultural. Lo bueno es que con Pacto coincidimos en pensar, e imaginar, a esta realidad con elementos un poco más complicados de lo que se aprecia cotidianamente. No es que nos hayan abducido enanitos verdes, metiéndonos sendas sondas por la raja, si no más bien la certeza de que esta realidad armada contemporáneamente es demasiado simple para ser verdad. Demasiado simple como para borrar, casi hasta la extinción, la visión antigua que se tenía del entorno. En eso estábamos cuando nos dieron ganas de mear, por lo que a parar y a mear. Al subirnos nuevamente continuamos imaginándonos que se nos perdía el gato, con soluciones cada vez peores: Agarrar a otro gato y pintarlo igual. O un perro con peluca y cosas parecidas. Hasta que se me ocurrió revisarla, por si acaso. Estaba muy calmada la rota…
Qué quieren que les diga, cuando uno más güevea por las cosas éstas suceden, y a improvisar se ha dicho. Al levantar la frazada que cubría la canasta mascota nuestra gatita no se movía. La empuje, sacudí y nada, ningún movimiento de la puta gata. Cuando Pacto vio mi cara demasiado seria colocó intermitente y frenó en la berma bruscamente. Ni siquiera ahí la gata despertó. “Qué pasa, Hagen”. Fue su pregunta con voz de ojala fuera una broma. “Se nos murió la gata, conchatumare”, fue mi típica respuesta típica. Aún polvo por todos lados con el frenazo y Pacto no me creía. Ni siquiera quiso verla, sólo metió la mano en la jaula y cachó de una. Con un profundo ¡HHUUUUU! Nos miramos riendo casi nerviosos, sin que nadie nos preparara para lo que venía. Putas, como se los explico. Justo en la última U de nuestra exclamación tuvimos una visión. Aún con la boca abierta pasa un gato frente al Pactomóvil, igualito hasta en los colores a nuestra muerta gata, por lo menos eso fue lo que vimos pasar corriendo. Se pueden imaginar la cara de imbéciles que colocamos al ver a ese fantasma atravesando la carretera, corriendo hasta perderse en unos matorrales de enfrente. Nos miramos, al mismo tiempo, otra vez, y al mismo tiempo gritamos “Atrapala, conchatumare”, saliendo de la camioneta tropezándonos a toda raja. Pacto atinó un poco mejor, recogiendo la frazada para agarrar al doble de gata. Yo esperé un espacio para cruzar, pero Pacto, todo eufórico atravesó corriendo y estuvo a punto de ser atropellado dos veces por perseguir un espejismo con cola. Pacto reculiao, pensé, sólo me faltaba tener un gato y un amigo muerto.
Me preocupé de cerrar la camioneta y los seguí. Para ser sincero nunca creí que Pacto con el Diablo corriera tan rápido, ni siquiera que pudiese correr con esa ponchera. Ya transpiraba como roto, con la lengua afuera y aún no los pillaba. Al casi caerme en una acequia escuché un ruido a mi izquierda, luego un “¡Hagen!”.
Al llegar donde Pacto él ya lo tenía controlado, o la tenía ojala. Con la manta encima del animal el güeón me miró con cara de triunfo. Yo sólo movía la cabeza, incrédulo por la tontera que hacíamos. Pero que va, ya estábamos en esa. Nuestro doble se resistió un poco, pero al llevarlo como saco dejó de patalear.

-Bueno, Hagen, ya tenemos sustituto –me dijo Pacto aún con su sonrisa.
-Mierda, ahora no estoy tan seguro de que resulte esta güeva’ –le respondí realmente preocupado.
-¿Cómo que no?
-¿Y vos creis que no se va a dar cuenta con su gata de hace mil años? –dije pensando en Mauricio.
-Pero si me dijiste que se fue hace meses… -continuó Pacto con su razonamiento.
-Si, pero fueron años viviendo con su mascota.
-Qué tanto –Pacto emocionándose-, si además no la iba a poder tener en su nuevo departamento. ¿Dónde la iba a encargar?
-A la Ligua, donde una amiga –le respondí.
-¡Ahí está! Si tanto cariño no le tiene. Creo que es sólo por cumplir con su lealtad hacia este noble animal –ya riéndose mi compadre, aunque decidido a realizar este plan B.
-¡Deja de embolarme la cabeza, Pacto reculiao!
-Te complicas demasiado la vida, Hagen. Mira, si el famoso gato sólo se le parecen los colores lo dejamos y nos olvidamos del asunto. Damos las explicaciones del caso y nos comemos la foca de tu compadre Mauricio. Pero, si además es hembra y se parece en el porte y demases, la pescamos y se va con el nombre nuevo de Carlota. ¿OK?
-Bueno, bueno, rechuchatumare. No puedo ser tan Fácil de convencer.
-Bastante fácil, si piensas que es sólo una disculpa que tienes que dar por que se te murió el gato a tu cargo.
-Ya basta. Me convenciste. Menos mal que no fui mina o ya estaría lleno de cabros chicos…

En esas altruistas conversaciones estábamos cuando llegamos a la carretera, casi frente a la Pactomóvil. Y, como nada puede ser tan simple en la vida pillamos a dos tipos, semi rufianes, semi viejos tercios, fumándose unos cigarros apoyados en el capó. Pacos no eran, a simple vista. Ladrones tampoco, o las ventanas estarían rotas hace rato, sin rastros de ellos ni la camioneta.

Continuará…


Rodrigo López.

Friday, April 27, 2007

HAGEN V

VIEJO WALTER
Quinta parte.

…Me seguían a todos lados, intentando pasar piola, aunque sus trajes baratos no les ayudaba en nada. Con el típico bigotito que a nadie le queda bien y los flaites lo siguen usando. El Bigotón Rodrigo me había pasado algo suyo para que lo leyera apenas despegar. Quería leerlo tomando un café, pero no pude estar tranquilo, ellos también se sentaron a tomar uno. Me paré a revisar revistas y ellos en el quiosco de más allá. Era obvio que no los había mandado el viejo Walter, demasiado mal gusto para los ojos de cualquiera. Y, por lo poco discretos para seguirme deduje que era una confianza apoyada por la creencia del miedo ajeno. Mi miedo hipotético. Por lo que era casi seguro que pertenecían a los hijos de puta que mataron a mi mina. Bastó imaginarme eso para que mi cabeza hirviera y craneara un pequeño divertimento, espiritualmente reconfortante. Miré a todos lados hasta que recordé una película de Arnold: Un baño público, poco frecuentado era lo mejor para una sorpresita. Recorrí uno de los pasillos hasta el final, entrando al baño correspondiente. Ellos atras mío, siguiendo con su papel, haciéndose los güeones descaradamente. Se lo merecían, pensé, mientras revisaba los wateres.
Me escondí en la segunda caseta de mierda, parándome en la taza, calladito hasta sentir la primera puerta ser revisada. Al ver las piernas-traje-negro frente a mí pateé con fuerza y el tipo salió cagando hacia los lavamanos. El segundo quedó ¡Plop!, paralizado hasta que salí corriendo hacia él. Lo agarré justo cuando intentaba sacar algo de su chaqueta. Me tiré sobre él y, con un codazo, lo dejé imbécil, creo que con su nariz quebrada incluida. Justo a tiempo, por que vi que el otro se recuperaba, apoyándose en un lavamanos, por lo que corrí directo a su pelo, para agarrarlo y azotarlo contra la loza, luego contra el espejo, aprovechando el vuelito. Era casi seguro que estaba fuera de combate. Tranquilamente miré al otro que chillaba por su puta nariz. Lentamente me acerqué, arreglando y sacudiendo mis ropas, para tomarlo de su chaqueta; aunque resultó ser un poco más vivo, pues me tiró un puñetazo que, si no fuera por mi brazo me pega directo en el mentón y a piso se ha dicho. Con solo un golpe en el cuello-oreja retrocedí un resto, justo cuando el fresco de raja, con una media vuelta, me tira una patada directo a la cara. Yo, de cueva resbalé, apoyándome con el brazo antes de caer, en el momento en que el zapato enemigo pasaba por sobre mi cabecita. Obviamente aproveché tamaña oportunidad para lanzarle un patadón, como diría Carcuro, a su pie de apoyo, quebrándole la rodilla sin ninguna duda. Me paré de una y lo vi caer como saco e’ papas. Me llegó a doler a mí cuando caché su rodilla desplazada. Pero qué le vamos a hacer. Lo agarré de la camisa y le pegué lo justo para noquearlo, el ruido de gritos nunca fue de mi agrado. Y ahí los dejé tirados. El otro ni se movía. Si les preguntaban no se arriesgarían a investigaciones con consecuencias para sus jefes. Ahora podía seguir tranquilo hacia la fila del avión. Era ese sentimiento de satisfacción que resucitaba. Una reconfortante sensación, aunque sólo fuera un minúsculo sentimiento al recordarla, muerta frente a mí. Una satisfacción que, lentamente, se transformaba en pena cuando esa imagen pasaba frente a mí…
Llamaron por el altavoz y me embarqué tranquilo. Sin manchas de sangre era sólo un pasajero más. De Chilito iba a ser mi último recuerdo, hasta que me acordé de la hoja del Bigotón. La suerte había querido que efectivamente la leyera en el avión. Piola, pensé. Habíamos conversado de los 15 millones de escritores que existían en Chile, dándonos lata mostrar algún día las cosas que pasábamos en limpio, como simples borrachos que somos. Así que le dije que antes de viajar quería leer lo que salía de esa imbécil cabeza. Más bien tuve que rogarle al rechuchasumadre, por que no le “interesaba mostrárselas a nadie”, el muy hijo de puta. Bueno, borrachos quisquillosos hay en todos lados y éste, mal que mal, era mi amigo. Igual me sirvió en ese momento para esbozar una sonrisa cuando el avión se elevaba y yo desenrollaba la puta hoja que me pasó mientras, confortablemente sentado, me pedía un copete para leer tranquilamente:
“Un cielo rojo. Un puto cielo rojo es todo lo que quiero. Traté de entrar a ese gran cielo rojo, pero no. No hay tal cielo rojo. Un paraíso quizás. Un gran paraíso mamón quizás. Con angelitos en pelotitas y buenas intenciones y todo lo que hay en un paraíso supraterrenal; pero de un cielo rojo, de todo un rojo eterno, nada. No hay tal cielo rojo…

Alguien pregunta por mi pase entre tanta nubecita pomposa. Un gran alguien-blanca-barba me pide un pase. ¿Cuál pase?, dije. A nadie vi vendiendo entradas para esta estupidez. Yo busco un cielo rojo, creo que me lo he ganado, y en su lugar encuentro este antro de mamones irradiando blanco.
-Vamos, vamos. Tienes que aparecer en alguna lista para ingresar –me dijo el voz-limpia-barba-blanca.
-No me interesa quedarme en tu pretendida maravilla –respondí-. Quiero mi cielo rojo. Me lo he ganado.
Y el muy estúpido, jugando nerviosamente con su manojo de llaves, no supo qué decirme. Sólo me indicó una puerta insignificante y me mandó al fondo, bien abajo, bien al fondo, donde el calor se vuelve insoportable y el rojo agradable. Algo llamado infierno. Un caballero, de impecable negro me recibió. “No es por nada, pero parece que vienes de arriba, buscando algo. En este agradable sitio de seguro lo encontrarás”. Más parecía un tedioso vendedor repitiendo una rutina de siglos. Lo miré de soslayo, de mala gana, y seguí de largo. Caminé y nada. Absolutamente nada. Mi cielo rojo en nada se parece a esto. Más bien era una cloaca en llamas que pretendía ser dolorosa, pero que apenas alcanzaba para una visión patética del miedo. No servía ni para encarcelar un grito…
Al constatar mi despectiva indiferencia gran cantidad de seres inhumanos se me acercaron deseosos, de no se qué, pero deseosos. Unos volando, otros reptando. Golpeé a varios. Mordí a varios. Arranqué miembros varios. Al final eran muchos y me sujetaron. De improviso todos se apartaron frente a mí y apareció un ser gigante, de facciones horribles y cuerpo monumental, pero no me engañaba, era el mismo jote de la entrada ya sin traje. Un gran maricón sin asumir. Lo güevié un rato y le conté sobre mi cielo rojo, hermoso y abismante cielo rojo. No entendió nada y me golpeó. Blasfemando me echó, alegando que era una trampa de un tal Dios de arriba. Al parecer del jefe de ese lugar llamado paraíso. Yo una vez conocí un puerto llamado Val-paraíso. ¿O Bar-paraíso?
Y quedé sin nada. No tengo un ápice de certezas. No creo que lo único que me reste sea regresar a esa antigua vida. O elegir entre esas dos eternidades mamonas… Aún no pierdo las esperanzas en mi cielo rojo, hermoso lugar donde las cosas suceden, sin explicaciones de ningún lado. Sólo con una obligación: Que todos tus actos, todo lo que salga de ti, sea en rojo.”

Maldito bigotón de mierda. Siempre con sus imbecilidades. Bueno, Roma me espera.


Rodrigo López

Wednesday, March 28, 2007

HAGEN IV

VIEJO WALTER
Cuarta parte:

Insisto, la plata atrae a la plata. El asunto del viejo Walter saliendo de Chile había pasado hace rato y aún me quedaban esos millones casi intactos, por que las pegas, aún regodeándome, no me habían faltado. Incluso me di el lujo de reemplazar al bigotón en su bar, GRATIS. Salió de paseo por una semana y qué me dijeron, el sueño del pibe: Trabajar detrás de una barra, sirviendo copetes. Pocas minas, pero salvaban. Total, la que va al bar es por que quiere ir, pocas lo hacen por inercia o por la onda (onda curao, creo yo), así que aproveché de conocer algunas bastante interesantes, sin tener que controlarme por ser el dueño.
Ya han pasado algunas semanas de eso y aún veo a una de esas minas, que creo que me gusta bastante, guardando mi varonil independencia por supuesto. El único problema era que me salió medio pastel con sus amistades. Unos pendejos culiaos que se las sabían todas, con ese aire de querer ser irónicossabelotodos. ¡Me han gueveado los chuchasumadres! Y yo tratando de ser galán sin poder palmetearlos siquiera un poquito. Aunque a uno, que me basureó hasta que le dio puntada, una noche lo seguí por un rato, hasta pillármelo solo. Ahí tuve que aporrearlo, pues el imbécil no me creía que me tenía chato. Cuando intentó acusarme con mi mina lo tuve que agarrar a cachuchazos cerca de su casa, con tonos carmín en su cuerpo. Nada grave, sólo doloroso.
Lo bueno de ir a un lugar piola es que te hacen caso. Le dije al bigotón que no dejase entrar a esa tropa de pendejos, salvo si venían con mi mina, por supuesto. O por lo menos que les cobrase entrada, así él ganaría plata por que me guevearan. Aparte de tener esa carne fresca a mi costado, con sentimentalismo y todo, lo demás marchaba igual. En el bar hartas risas, hartas mentiras. Total, si querías crecer como persona ibas a la “nueva acrópolis”, u otro club de artistas súper locos.
¿Se acuerdan que otras veces no me demoro tanto en llegar al centro del tema? Bueno, ahora estoy más relajado y no se como empezar a contarles que el viejo Walter me llamó desde Praga. Sí, la ciudad más hermosa del mundo. Y sí también, justo cuando tenía una mina que culeaba, o “hacía el amors” de lo lindo. Y sí, adivinarán que lo tramité para pasarlo bien un rato más que sea. Pero todo mal. El viejo llamaba y llamaba, advirtiéndome que la cosa se había puesto todavía más peluda. ¡Y qué va! Yo, un chilenito estaba lejos de esas cosas, pensaba. Agueonadamente pensaba, por que se me olvidó el detalle de que me ubicaban perfectamente. Y eso. No se si me buscaron de otra manera que yo no caché, o no se. Pues la forma de hacer las cosas de ese tipo de gente no son las más elegantes. Al parecer su idea era tocarme seriamente sin tocarme.
Un día, después del Klandstinov, me fui a la casa de mi mina. Ella trabajaba tarde ese día, por lo que coincidiríamos en un culión nocturno. Un buen culión nocturno, por que me gustaba, realmenteme gustaba esa mujer, hermosa mujer. Vivía en el cuarto piso del Prales, con vista porno hacia la plaza. Al llegar la puerta estaba abierta, rota la cerradura. Partí mal con mi cita, sudando mientras pensaba cualquier mierda. Al entrar estaba la cagá, todo patas arriba, con rastros de sangre en el pasillo. Y esto se ponía peor. Con mi 34 corrí, tratando de hacer el menor ruido posible a su pieza… Nada bien… Una puta cagá apoteósica. Mucha sangre y mi mina tirada en el suelo. Muerta. Demasiado muerta. Su cara de horror me miró un segundo, hasta que le cerré sus ojos… ¡Por la gran puta! Supe que eran ellos, sin ninguna duda. Esto era un puto mensaje, un puto mensaje para Hagen, quien nada era en esta liga mayor… La habían estrangulado, además de hacerle cortes en sus brazos, tetas y piernas. En su estómago encontré un par de heridas de bala, por las que aparte de sangre brotaba restos de semen. ¿Se pueden imaginar al psicótico especialista que le gusta hacer esto? La violaron, ya muerta, por esos putos agujeros de bala. Hijos de la gran puta. De esta no se salvaría nadie. Ni yo ni ellos…
Piensa, piensa rápido. Esto era una puta trampa para obligarme a reaccionar, así que llamé a los ratis de una. El parche antes de la herida. Nada había tocado al entrar, aunque no importaba mucho, por que las últimas semanas me lo pasaba con ella en su depto. Y qué guevá, no me quedó otra que esperar y llorar un poco. Igual me gustaba ella, y hace rato que no me pasaba.
Al terminar los papeleos me soltaron. Parece que algo me creyeron, supongo por que me hice todos los exámenes que me pidieron de buena gana. O sin ganas de nada, mejor dicho. Después de eso mis ganas no volvieron por días. Salí en el diario, como sospechoso por supuesto, por lo que mis perseguidores cacharían que estaba imposibilitado de hacer algún movimiento. Eso me dio tiempo de descansar, volviéndome más alcohólico que de costumbre. Chicho y bigotón se encargaron de baldearme las tripas en su boliche. Aguantando mi puto humor, junto con los cabros. Mientras, el viejo Walter me llamaba a cada rato, con un sentimiento de culpa de lágrimas. Me pedía disculpas por lo que pasó una y otra vez. El problema era que me necesitaba y no quería perder a su ayudante estrella. Yo también sabía que lo necesitaba si quería llegar a los que me cagaron mi poco de felicidad. Mi venganza se iba a demorar, pero llegaría en algún minuto. Realmente necesitaba al viejo si quería llegar al que hizo y al que encargó ese trabajito. ¡Por los dioses que lo iban a pagar con dolor! Nadie moriría sin sentir un dolor parecido al mío. No me bastaba una muerte, rápida e indolora. En todo caso estaba con los brazos amarrados, mientras la fiscalía no me dejara tranquilo y revocase mi orden de arraigo. Eso lo entendía muy bien el viejo Walter. Mucho muy bien, como diría un amigo drogo disfuncional. Eso lo obligó a mover sus hilos a la distancia. Bueno, cada cual con sus especialidades. El viejo consiguió liberarme en menos de una semana. Incluso me tenía los pasajes comprados, el muy zorro; naturalmente en clase ejecutiva. Ni muy caro, ni muy barato como para no poder comenzar de una al llegar a Roma. Praga parece que no podría contar conmigo por ahora. Roma era la ciudad de encuentro, me da igual.
Como siempre te lo piden llegué antes al aeropuerto Benitez, quedándome tiempo para vagar un poco. A los minutos caché a un par de lesos que me seguían. No eran los 07 ni la KGB, tan solo chilenitos jugando al traje negro, por lo que era imposible no verlos…


Continuará…

Rodrigo López

Wednesday, March 21, 2007

HAGEN


HAGEN V

Demasiadas voces para una noche. Si quisiera huir de todo no me basta con salir de Valdivia. Si quisiera huir de todo tengo un cuerpo que me sobra…
Esas mamonerías pensaba cuando terminaba mi silvercofe, consciente de que con la cara que traía ni el bigotón ni la barra se me acercaban. Ya iba a pedir un corto de vodka puro al hueso para dormir cuando llega Rudy. ¡Por la gran puta! Golpeando el mesón teatralmente. No quería ver a nadie y éste por lo menos un cachuchazo me pegaría por pajarón.

-Qué tal, Hagen –golpeándome la espalda.
-Súper. –Respondí.
-UUUUYYYY, que estas dicharachero –comentario propio de Rudy, con varios juaa-jaja detrás.
-¿Y? –le dije, por que realmente no quería hablar con nadie.
-Mira la gueona beleidosa –me la tiró sin importarle-. Ya, cambia la cara, pobre bastardo; mira que me tienes que ayudar.
-¿Qué se te ocurrió ahora? –pregunté con una risible molestia.
-Nada, nada. Solo que le debo un favor a alguien y, voluntariamente, se lo devolveré. Como otros deberían hacer de vez en cuando. –Mirándome con su mejor cara de CAGASTE.
-MMMMMMM –fue la respuesta mamona de la barra, y hasta ahí llegó mi nota triste de la noche y hasta ahí llegué y cagué.
-Ya, perro culiao, -le dije- cual es la causa.
-Acompáñame. Afuera te explico. –Y casi empujándome nos fuimos- Después te paga, bigotón…

A la vuelta de la esquina, por Independencia, había un tipo recostado en la vereda. Bueno, recostado era mucho decir. Tirado como viejo zapato era una descripción más exacta. Nos acercamos, agachándose Rudy a su lado.
-No me digas que este es el favor –le pregunté incrédulo, pensando que era una tanga.
-¿Y qué esperabas? Si las putas y truculencias varias te pertenecen. A mi me queda lo de buen samaritano. –Su respuesta más que precisa.
-Bueno, bueno. Sin discusiones y hagámosla corta. –Agarrando al rajita por uno de sus brazos. Rudy por el otro y a levantarlo. El problema fue que lo levantamos muy rápido creo, por que se puso a vomitar de una.
-Oiga, po’s don Pedro, no me vomite los zapatos nuevos. –No pude dejar de reírme con ese típico comentario de mi sordomudo amigo Rudy. Aunque por lo menos ya estaba de pie cuando vi la sorpresa. El viejito no era un pastel que acostumbrase quedar tirado en la calle, mucho menos uno de esos clientes alondrísticos pasteles. Su rostro era viejo, con canas, bien vestido para ser anciano y cara de buena persona. Francamente desentonaba el viejo como un raja tirado en la cuneta. Era muy elegante para un charco de mierda.
-¿A dónde sería, su mercé? –le pregunté a Rudy, sin distraerme para no descrestarnos con viejo y todo.
-Llevemoslo a la plaza, ahí se para un taxista gancho amigo suyo. Siempre lo lleva, no importa como ande.
-OKA. Pero no serán pan comido estas dos cuadras –le dije ya con una gota en la frente por el peso muerto.
-Camina no más, pobre estúpido. –Y risas para variar. Por lo menos ya se me había olvidado el por qué estaba amargado.

Nos costó subirlo al auto, mientras el taxista amigo nos miraba con resignación, a él con pena. Muy a mi pesar sentamos a don Pedro al medio, pues lo más seguro era que vomitaría de nuevo.
-¿Qué onda, Rudy? –le pregunté indicando al viejo.
-Nada, un buen amigo de mi viejo. Me conoce de pendejo y siempre nos ha ayudado…
-¿Y?
-Déjame hablar, po’s agueonao… Bueno, era comerciante, igual que mi viejo. Tenían su grupo de truculentos, con los que se perdían carreteando por días. Incluso desapareciendo de Valdivia, los perlas. Eran un chiste, más conocidos que Condorito. De la puta madre todo el lote… Y bueno, de a poco se fueron muriendo los amigotes. La mayoría por problemas de copete. Hasta que le tocó el turno a mi viejo y mi tío quedó destrozado. Aparte que le tocó ver todo el proceso de la enfermedad… Realmente nos ayudó mucho en todo ese jaleo. Tú ya sabes la cagá que queda después que muere un comerciante. Los buitres aparecen inventando papeles y este viejo estuvo ahí al lado. Pero nunca le volvió el ánimo. Cuando pasó la turbulencia cayó en una profunda depresión, que influyó en toda su vida. Al tiempo sus negocios comenzaron a cagar. No se, ahora que lo pienso esos viejos eran una ayuda, comercial y de amistad, demasiado importante para él. Seguro que eran socios en más de alguna truculencia por ahí. La cosa es que se fue a la mierda, aunque sin perder la compostura. Luego llegaron sus hijos a “ayudarlo”. Dos sacos de guevas, con sus títulos profesionales y todo, que al ver que su herencia se desvanecía volvieron a rapiñar lo que “les quedaba”. Por supuesto que mi tío buena gente en nada se opuso. ¡Eran sus queridos hijos de su adorada esposa muerta!
Nada le importaba y les traspasó todo lo que tenía, que no era poco, encargándose ellos de cagarlo más. Cuento corto, lo dejaron en pelotas y regresaron a lo suyo. ¿Cierto Don Luis? –Concluyó preguntándole al taxista don Luis.
-Cierto, don Rudy –le respondió-. Se portaron como la mierda.
-Ni siquiera lo metieron a un asilo por cumplir, que sea –continuó Rudy-, aunque él no quisiera. Menos mal que en la época de mi viejo hicieron sus movidas papeleras y agarraron alguna que otra pensión, por lo que a mi tío no le faltó cuando sus hijitos lo dejaron sin ni uno. Por lo menos le alcanzaría para un buen pasar, sin mirarle la cara a nadie. Obviamente se convirtió en un alcohólico empedernido… Y eso. Hoy tiene su casita, un poco caótica, aunque una viejita le hace el aseo de cuando en cuando, y algún lavado de cabeza extra supongo, anda a saber. –Termina de contar la historia mientras don Luis se reía asintiendo.
-Sshhiita’s. Menuda historia que se gasta. –Comenté .
-Y que lo digas. Por eso lo cuido cuando me lo topo por ahí. Y no estoy solo, don Luis hace lo suyo cuando lo pilla botado, o lo llaman para que lo acarree.
-Cierto, don Rudy –agrega nuestro taxista amigo-. Se hace lo que se puede por los amigos. Lealtad y honor siempre, recuerde que no son bienes muy preciados por estos días… -Terminaba ya su discurso cuando sentimos una sirena detrás de nosotros. Con baliza y toda la sshhusshhá incluida-. ¿Tiene algún problema con la ley, don Rudy? Nos venían siguiendo hace rato.
-No, don Luis. Ni caché lo que pasaba atrás –responde mi compadre, aprovechando de mirarme con cara de QUÉ hiciste agueonao. Yo levanté mis bracitos por que estaba seguro que nada tenía pendiente con la poli-. Párese, que yo hablo con ellos.
-No se preocupe, don Rudy. Yo me encargo –dijo don lucho mientras se estacionaba-. Ya estoy acostumbrado a resolver atados. Espérenme mientras arreglo esto.

Y le hicimos caso. Luchito se bajo mientras don Pedro reaccionaba de a poco, balbuceando quizás qué leseras, si bien pareciera que algo cachaba. Del auto de atrás se bajó un tipo para conversar con nuestro taxista amigo. No lo vi bien, menos al piloto que se quedó en el auto, pues nos quedamos conversando con Rudy. Realmente no pescamos mucho, creo que seguimos con la historia de don Peter, hasta que nos reímos por algo y sentimos un disparo. Quéguevápasa fue nuestra expresión al voltearnos, pero no pasamos mas allá de quedarnos como imbéciles, viendo como luchito caía al piso, a lo mejor con un grito. “¡Conchatumadre!” Fue lo único que atinamos a decir. Debo admitir que no reaccioné tan rápido como el sordomudo Rudy, que se lanzó al volante para salir rajados. Cuando caché que había que pensar rápido de nuevo miro hacia atrás, a un don Luis inmóvil en el momento que el hijo de puta le encajó dos disparos más en el suelo...
Buena mierda. The real mierda, sin contar con que el viejo Pedro se me escapó y ya estaba frente al matón culiao. Y eso no fue nada, por que de no se donde sacó una Luger el viejito Peter (sí, una puta jodida pistola Luger). Increíble si piensas que apenas se podía mantener en pie. Increíble, por que no se como logró ensartarle tres tiros con su nazi pistolita. Vi caer al tipo duro sin entender nada mientras el Pedro continúa vaciando su Luger contra el piloto, que ni me imagino la cara que tuvo cuando las vio venir. Recién pude cerrar la boca al momento de salir a buscarlo, con las puteadas de Rudy de fondo. Lo tiré dentro del taxi y a rajar que se las pelan. No había caso, don Luis estaba muerto y no nos quedaríamos cargándolo mientras aparecían más tipos con automáticas. Sólo vi el parabrisas hecho mierda de los putos matones y al pistolero botado, lleno de chocolate caliente que le salía por varios agujeros.
Doblamos botando polvo por Baquedano, sin parar hasta Pedro Montt, en una de esas calles laterales nos repondríamos. Mientras el viejo Pedro lloraba por su amigo Luis muerto. No supe qué hacer y lo abracé, percatándome de la otra sorpresita: Don Pedro sangraba como roto en ramada; si bien le quedaba aliento por que seguía quejándose, no de dolor, sino por su yunta Lucho tirado en la calle. Todo el rato, como una letanía. “Hay que rescatarlo”, era lo único que decía.
“¡Y qué tanta la guevá!” Dijimos, los favores se completan; por lo que aprovechamos la adrenalina y nos volvimos de golpe. Sin pensar siquiera en llevarlo a un Hospital. No, el necesitaba estar al lado de su amigo.
Al llegar nuevamente a Baquedano con Aníbal Pinto, mi compadre Rudy dobló hacia la derecha con extremo cuidado, por si había que devolverse rajando como un peo. Usar el vejestorio alemán del Peter estaba descartado, pues ninguno de los dos sabía como recargarla, por lo que el auto sería nuestra única herramienta… Y nada. Nada ni nadie. Ni un alma. Avanzamos hiperdespacito hasta donde estaba nuestro taxista en desgracia, frente a la talabartería de esa cuadra. Don Pedro cachó de una y se bajó antes de parar, chorreando sangre y lágrimas… Hace tiempo que no veía nada parecido. Hace tiempo que no me emocionaba tanto como en ese momento. Rudy y yo nos bajamos lento, quedándonos a su espalda cuando el viejo seguía llorando desconsolado.

-Rudy –le dije en voz baja-, comprenderás que no me puedo quedar a los pacos.
-Relájate –me respondió, con los ojos brillosos-. Yo los espero y justificaré lo que tenga que justificar. –Corta. Cada cual siempre sabe lo que hay que hacer.
-Gracias y disculpa –no sabía qué más decir.
-No te preocupes. Después de todo fuimos unos pobres y tristes espectadores en esta mierda –me dijo, justo cuando don Peter cae, casi sin fuerzas y lo llama.
-Ru… Rudy. Mi sobrinito…
-Cálmese, don Pedro –ya arrodillándose mi compadre, sujetando su cabeza-, cálmese. No se desgaste, que llega pronto la ayuda.
-Qué risa ¿Verdad? –Continuó don Pedro- Se me murió Luchito… Si ni siquiera pude salvar a tu viejo, mi hermano…
-Cálmese, tío… -Mi compadre ya no podía hablar.
-Perdóname, Rudy. Tampoco… Tampoco pude hacer nada por tu viejo. Por favor disculpame.
-No hable, don Pedro… -Respondía mi amigo, y ya se le notaban las lágrimas. Yo no pude aguantar más el nudo en la garganta y comencé a caminar con las manos en los bolsillos, pensando en la casi extinta raza a la que pertenecemos con mi compadre. Hoy se nos fueron dos. Nacimos y crecimos bajo la misma estrella y no nos gusta que nos vean llorar, aunque nuestras lágrimas vengan del mismo lado.


Rodrigo López

Tuesday, December 26, 2006

HAGEN III



EL VIEJO WALTER
Tercera Parte

-Un placer –me dijo, estirando su mano-. Parece que los datos fueron los mejores, pues no esperé mucho para encontrarlo en este bar.
-Todos en Valdivia saben que acá me encuentran seguro, o por lo menos pueden dejarme recados con esos super bármanes.
-Supongo que no sabe el motivo de mi búsqueda, señor Hagen.
-Of corse que no. ¿Me da alguna pista?
-Mejor se lo digo sin rodeos. Busco un libro que también usted buscaba…
-Si es el que creo –le interrumpí-, le ofrezco el doble.
-Esperaba ofrecerle un trato parecido, señor Hagen.
-Ojala lo tuviera; aunque me ha traído más dolores de cabeza que ganancias. No podría seguir solventando su búsqueda.
-¿Y cómo me iba a pagar el doble entonces?
-Contactos, sólo contactos. Usted sabe que mucha gente importante busca el mismo libro.
-Razón tiene, mister Hagen.
-Bueno, y si sabemos todo esto para qué estamos hablando?
-Sobra decirle que yo también lo busco. ¿Verdad?
-Cae de cajón…
-¿Y si le digo que me gustaría contratarlo?
-Me parece bien, pero ya son muchas las ofertas interesantes para encontrarlo, por lo que decidí buscarlo solito para venderlo mejor.
-¿Qué le parecen cinco millones?
-Olvídelo. La última oferta que recibí fue de 20 millones y la rechacé…
-Veo que es caro, señor Hagen.
-No tanto, sólo se perfectamente de lo que estamos hablando.
-¿Y si le ofrezco 30 millones?
-Ni pensarlo. Mejor el que lo encuentra lo vende. Y sabe que sacaré diez veces más de esa forma.
-Lo sé. Pero es un peligroso valor si no sabe con quien trata.
-Gajes del oficio –contesté sabiendo que entrábamos a tierra derecha-. Incluso ya asumí que me costará algunos aporreos extra.
-¿Y cuanto cobraría por compartir información? –Me pregunta con cara de “concretemos”.
-Tomando en cuenta que no le diré todo le cobro cinco millones –pensando en ganar tiempo con eso. Total, las mentiras me salen como meando.
-No se vaya a quemar, amigo Hagen.
-Disculpe, pero mis amigos son los que están en la barra y nada más. Tómelo o déjelo. Además le cobro barato sólo para que usted también comparta conmigo lo que sabe.
-De acuerdo. Comencemos, pues. –Me lo dijo como si lo estuviera esperando hace rato.
-Primero el dinero.
-Comprenderá que nunca ando con tanto dinero encima. Ahora, si me acompaña conversamos tranquilos y le cancelo su dinero. La oferta es solo por esta noche. –Una puta trampa desde el principio. Y me la tiró sin asco ni respeto por este pobre borracho. Demorándome unos segundos me entregué como una verdadera maraca.
-Supongo que esos dos matones del sótano andan con usted -tenía que dilatar un poco la cosa para que no me viera tan desechable-, lo que acarrea un riesgo mayor si lo acompaño.
-Gajes del oficio, como diría usted. Tómelo o déjelo. –Me cagó. Además suponiendo que este tipo no me soltará sin dar pelea decido ir con él. Francamente no me gustaría que el Klandstinov saliera perjudicado por mi choreza.

-Acepto –dije-, siempre y cuando dejemos nuestras armas en el local –casi una estupidez si piensan que en su auto o casa puede tener hasta misiles guardados-. El dueño es de mi absoluta confianza y ustedes son mayoría contra mí.
-Pide demasiado, señor Hagen. –Me responde como fumándose un cigarro.
-Sabrá que ante cualquier problema ninguno de los dos sale bien parado de este bar.
-Son riesgos que me gusta tomar –fue su tranquila respuesta, con cara de torturado nazi que da miedo. No me quedó otra que pararme y gritarles a los chicos…
-Cabros, este tipo quiere hacer una apuesta con nosotros. –Acto seguido todos se paran con su mejor cara de malos: Pipiripein, Erwin, JP, Pancho, Pacto con el Diablo y dos metaleros más.
-¿A quién hay que pegarle? –pregunta Rudy ya con mucho agua en el bote.
-A nadie -respondo-, es solo que no me creía lo amigos que somos por estos lados… Bigotón, sírveles lo que pidan los cabros, por favor –escuchando sólo un “EEEEEEEEE” al sentarme nuevamente-. Ahora. ¿Con quién tengo el gusto de hablar de negocios?
-Veo que son sus terrenos, señor Hagen. Mi nombre es Carlos Rodríguez. –Para qué les digo lo inventado que era ese nombre.
-Un placer –respondí con mi reverencia de costumbre y saco mi pistolita para dar fe confianza-. Esta es mi arma. Dejaré que uno de sus hombres me registre por si tengo algo más y usted dejara que el bigotón Rodrigo haga lo mismo y guarde sus armas.
-Ante tamaña invitación no tengo otra opción más que aceptar. Confío en que me acompañará al terminar este ritual.
-Por supuesto. Mi palabra es un documento. –Haciendo otra reverencia con mi respuesta.

Después de registrarnos mutuamente nos fuimos. Entregado como un charqui en medio de los tres lobitos y su auto. Una vez arriba partimos por Yungay hacia Miraflores. Luego tomamos Arica y ya todo se puso color de hormiga. Al rato llegamos a una cabaña muy, pero muy lejos. Intuí de inmediato un futuro cercano de dolor, moretones y entierro en un campo perdido. Al entrar a su cabaña, que no estaba nada de mal, pedí un vodka, por último para estar un poco más curao que ahora. Y comenzó el show… Ustedes sabrán que a tres tipos, manejados en estas lides, no les hace falta tener armas para realizar un trabajo. Al tercer vodka terminé mi historia con la mitad de la información. Sabía que me sacarían la mierda igual, así me guardé algunas cosas no tan importante para cuando el dolor. Del viejo Walter ni hablar, nunca existió. Lo bueno que entre golpe y golpe, amarrado a una silla el tal Carlos me soltó que trabajaba para un extranjero. Lo contrató para encargarse de la parte chilena de la búsqueda. Los otros tipos, acá y en Santiago, eran viejos y curtidos matones, con toda la pinta de milicos dados de baja que no les interesaba lo buscado, sólo recibir órdenes de Carlitos el bueno.
Resumiendo, perdí dos dientes, tres costillas rotas y mi carita llena de caricias, aunque se ensañaron más con mi cuerpo. Además de un par de apagadas de cigarro. Lo bueno es que creo que los convencí de que no sabía más. Y como recibí una ración extra de golpes al omitir lo del encierro del auto, deduje que los vigilantes de la casa eran ellos. Y como eran ellos y sabían que yo andaba al medio de toda esta mierda les dije que el viejo Walter me había tirado un nombre de chiste al querer comprarme el libro. Juan López les dije que me dijo cuando ya ni dolor sentía, sólo recordaba las historias del papá del bigotón Rodrigo y me sirvió. Ahora que lo pienso suena convincentemente absurdo ese nombre. En eso pasaron como tres horas hasta que me desmayé. Con esto había ingresado a las ligas mayores, muy a mi pesar.
Desperté en la salida sur, al medio día. Unos pendejos me pinchaban con varillas para ver si estaba muerto. Al levantarme arrancaron como viendo a un fantasma. Le hice dedo a un camión que me llevó hasta el home center, la pega de Pancho. A ver si me pasaba unas monedas para llamar a Jan-solo. Obviamente mi compadre Pancho debió dar un montón de explicaciones por el membrillo de colegial con patas que lo buscaba. Jan-solo llego a los quince minutos y me contó que el viejo Walter estaba histérico. “¿Por mí?”, pregunté ingenuamente. Pero no, algunos de sus familiares estaban recibiendo serias amenazas. Para el resto de la gente era un viejo de mierda que no se llevaba bien con nadie, pero le daba lata que alguien pudiese pasarlo mal por su culpa, menos yo por supuesto. Parece que en sus cálculos ya había incluido mis partes rotas. Mal por mí.
Por lo pronto Jan-Solo atinó a pedirle que se fuera, pues lo más seguro es que me seguirían al recogerme Jan. Nos comunicaríamos sólo por celular, que ojala cambiáramos cada dos días. Al telefonearlo la conclusión mutua fue que en Chile nada podríamos hacer, salvo escapar hasta que dieran con el libro. Por lo que el siguiente paso era viajar siguiendo la pista de la información del mismo libro, que al parecer su amigo le había entregado de forma abundante. Y como era de esperarse el viejo era el experto viajero mundial, por lo que yo me quedaría en Chilito un tiempo mientras él armaba cabos sueltos por fuera. Si era necesario se contactaría conmigo para que viajara a Europa como apoyo. Por lo menos se notaba que el viejo ya confiaba en mí. Traté de darle algunas recomendaciones de película, como que no se registrase en el hotel con su nombre, pero no me pescó. Ni siquiera viajaría con su verdadero pasaporte, me dijo. Creo que el viejo tenía un pasado realmente movido, como dijo alguna vez. Bien por mí, por que no me tendría que preocupar demasiado por él. Lo contacté con Rudy para que le entregara la mitad de nuestros “ahorros” y se fue. Yo me encargaría del resto del dinero, que para él no era mucho. Cuando se estableciera en Milán me llamaría. Por lo menos se reducirían mis sesiones de golpes ahora.
Era obvio que el viejo Walter no viajaría con el libro. Lo más seguro era dejarlo en la caja de seguridad de un banco, o algo parecido. No sé. Como siempre digo: Pastelero a tus pasteles. Esas cosas se las dejo a él, que se maneja mejor que un pingadilla como yo.



CONTINUARÁ
Bigotón Rodrigo